el año de la Green Capital ha sido para Vitoria una especie de sueño que, sin necesidad de que tuviera que sustanciarse en algo concreto y material -más allá del patrocinio de una marca verde de cervezas-, ha tenido el gran valor intangible de haber alimentado si quiera por un año el orgullo de los gasteiztarras, su redescubierta posición en el mundo y la autoconciencia colectiva de que esta ciudad puede ser algo más que un pueblo acomplejado de provincias. Pero ese sueño embriagador puede derivar también en una resaca en la que "cuando se despertó no recordaba nada de la noche anterior; demasiadas cervezas, dijo al ver mi cabeza al lado de la suya en la almohada...", como relataba Joaquín Sabina en su canción Donde habita el olvido. Y es que la bella y entusiasta Green Capital también esconde zonas resacosas donde habita el olvido. Las urbanizaciones fantasmas en los confines de Salburua o Zabalgana como Arkaiate o Larrein que tanto han sido noticia en las páginas de DNA, los barrios de casta obrera de los años sesenta -llamados ahora, no sin cierta ironía, barrios de oro- como Zaramaga, Abetxuko o El Pilar, los no lugares como Errekaleor o Adurza o los nuevos guetos en determinadas calles del Casco Viejo se han terminado convirtiendo en la ciudad del olvido de la trastienda de Gasteiz. Parece que el olvido nos impidiera atravesar los límites de esa coqueta Vitoria decimonónica del Ensanche que históricamente ha vivido bajo la protección benefactora de don Eduardo Dato y la larga herencia del datismo.