Entiendo que los comerciantes de la Avenida de Gasteiz estén hoy molestos con las obras de remodelación que ha emprendido el Ayuntamiento, porque molestas resultan siempre las obras; entiendo también que esa molestia se convierta con el tiempo en satisfacción cuando el exterior de sus tiendas luzca más hermoso y, con la mejora, les pueda ir mejor el negocio. Hasta aquí, como pueden comprobar, lo entiendo casi todo, más allá de que considere que mover baldosas forme ya parte de la idiosincrasia vitoriana (¿para cuándo una competición interurbana?: ganamos seguro) y de que quizás no era el momento más adecuado para realizar este trabajo: el dinero lo necesitan las personas antes que los suelos, entre otras cosas porque las primeras tienen que comer y cobijarse y los segundos se contentan con ser pisados todos los días. Lo que de verdad no alcanzo a comprender en esta extensión interior del Anillo Verde, como le gusta decir ampulosamente a nuestro alcalde, es el revestimiento de follaje previsto para el Palacio Europa. ¿Van a venir más congresistas si el lugar donde puedan compartir experiencias y conocimientos luce en su exterior enaguas cosidas con ramas, ribeteadas con magníficas hojas y adornadas con musgo exótico? No lo creo. Y, sin embargo, sí creo que este refajo de lianas nos va a costar un buen fajo de billetes, lo pague el Gobierno Vasco o el Ayuntamiento, que lo mismo da. Y no sólo por vestir el edificio, sino por mantenerlo durante los próximos años limpio y lindo y muy green.