"La boca no es para hablar. Es para callar". Así empieza Todo es silencio de Manuel Rivas. El novelista es gallego, como Mariano Rajoy, aunque Manuel no suele callar, como sí hace Rajoy. Ocurre que Rivas pone voz y palabras a quienes ahora mismo están sufriendo las brutales consecuencias de las medidas que Rajoy está firmando en el BOE. Mientras tanto, Rajoy imita a los Tres monos sabios que esculpió Hidari Jingoro, exhibidos en el santuario de Toshogu desde 1636. Se trata de una escultura en madera en la que tres monos están en actitudes bien diferentes: con sus manos uno cubre sus ojos, otro cubre sus orejas y el otro, su boca. La sabiduría, según se desprende de la escultura, consiste en no ver, no oír, no decir, por eso los monos sabios se llaman Mizaru, Kikazaru e Iwazaru, cuyos nombres significan no ver, no oír y no decir.
El Gobierno Rajoy ya lleva más de un ejercicio de andadura, ya administra los presupuestos que ha aprobado a su antojo con mayoría absoluta y, además, cuenta con el apoyo de casi todos los gobiernos autonómicos. El mapa español se vislumbra lleno de gaviotas que van dejando caer sus excrementos en todas las ciudades, pueblos y aldeas de la geografía nacional. Nada de cuanto pasa le es ajeno a este Gobierno que ha mostrado la máxima prisa para convertir a España en un territorio bajo su dominio, y a los españoles en súbditos amedrentados a base de decretos-ley que, como método de gobernanza tienen poco que ver con un talante realmente democrático.
Da la impresión de que este presidente ni ve, ni oye, ni dice, pero todos sabemos que eso no es verdad. Ve los telediarios, oye las noticias y a los asesores que él mismo ha elegido, pero dice pocas cosas porque no quiere provocar discusiones que debiliten su figura. Su frase más repetida desde que accedió al Gobierno ha sido "se trata de una medida necesaria, imprescindible", para justificar los continuos recortes sociales efectuados con la burda técnica de los hachazos. Hizo un gobierno de fajadores atrevidos y montaraces porque las medidas que estaba decidido a tomar llevarían la discusión a terrenos empinados y escabrosos. Para tratarse de un gobierno de derechas, lo que menos caracteriza a muchos de los miembros del gobierno son la educación y las buenas maneras.
Muchas han sido las decisiones presentadas como necesarias e inevitables cuyo resultado práctico ha sido el contrario del pretendido. Probablemente, ninguna de las medidas tomadas hasta ahora ha tenido el alcance y las pretensiones de la reforma laboral. Su finalidad era, al parecer, la flexibilización del mercado laboral, cuyas consecuencias deberían haber sido acabar con el crecimiento del desempleo. Pero resulta que nos hemos puesto en seis millones de parados, muchos de ellos como aplicación de la reforma, con indemnizaciones más bajas y condiciones mucho más desfavorables para los despedidos. La negociación colectiva se ha quedado en nada, con el consiguiente deterioro de las relaciones laborales, en las que los sindicatos se van a ver obligados a tragar sapos y culebras si no quieren convertir las calles de las ciudades en itinerarios de un sinfín de manifestaciones.
Rajoy, el mono sabio, debería interpretar tanto las cifras como las actitudes de los españoles. Y deberá establecer comparaciones para decidir después. En 2012 se han triturado casi los mismos puestos de trabajo que en 2008, a pesar de que la caída de la economía haya sido mucho más baja (de 3,7% a 1,3%). Si relacionamos empleo con evolución del PIB, según los datos oficiales, si en el peor momento de la gran recesión cayeron 406.000 empleos por cada punto del PIB perdido, ahora en el trimestre menos malo la caída ha sido de 531.000 empleos por punto del PIB. Luego la reforma laboral ha sido un fracaso más, a pesar de que haya conseguido algunos objetivos como que las empresas se han visto favorecidas mediante bajadas de sueldo unilaterales.
Podría exponer muchas más medidas tomadas por el Gobierno cuya eficacia ha sido muy dudosa. Las privatizaciones sanitarias que han servido tanto para enriquecer a empresas privadas que se han apropiado de servicios y beneficios como para debilitar los servicios a los ciudadanos. La imposición de copagos que cargan contra las clases medias y desfavorecidas. La intervención sobre los derechos en materia de libertades públicas. La paralización de la aplicación de la Ley de la Dependencia, aprobada con la vocación de que se convirtiera en un pilar más del Estado del Bienestar, además de un importante nicho de generación de empleo. El encarecimiento de los procesos judiciales, que aleja la Justicia de las posibilidades de los más desfavorecidos. La imposición de una educación alienante que ignora las competencias autonómicas y favorece el elitismo. Todas estas disciplinas están siendo intervenidas por el Gobierno del mono sabio Rajoy, aprovechando el despiste y la desidia de los españoles que votaron al PP creyendo que la derecha y la izquierda hacen lo mismo cuando acceden al gobierno.
Ante este desaguisado, el desprecio con que el presidente viene comportándose obedece al carácter y al devenir histórico de la derecha más alienígena de Europa. Rajoy debería responder a cada una de las demandas y protestas de los españoles. No como Mizaru: debería abrir bien los ojos para ver las penosas condiciones en que viven ya los españoles más necesitados y pobres. No como Kikazaru: debería limpiar la cera del interior de sus orejas y afilarlas para escuchar las voces y distinguir las palabras y los gemidos de los que se quejan, sufren y reclaman actitudes más justas y equitativas. No como Iwazaru: debería abrir bien la boca y agilizar sus labios para dirigirse a los que quieren, ya que no parece posible una solución definitiva a sus problemas, al menos una frase de esperanza que les reconforte. Desde los tiempos en que Jingoro esculpió sus monos han pasado casi 400 años, los suficientes como para que la sabiduría precise de ojos, orejas y bocas bien abiertas.