ACEPTEMOS, si no apaga y vámonos, que aquí aún uno es inocente hasta que se demuestra lo contrario. Más allá de la posible prescripción de los supuestos ilícitos fiscales en esta ensalada en sobres de la famosa y presunta contabilidad B del PP, parece complicado demostrar ante un tribunal que una serie de empresas hicieron donaciones por encima de las previsiones legales a un partido o que ese partido repartió todo o parte de ese dinero a sus dirigentes. Lo del dinero negro es lo que tiene. No consta en ningún documento oficial, se suele mover en efectivo, sin recibos ni declaraciones a Hacienda y los billetes van y vienen. Obviemos el apartado judicial. Supongamos que no se puede verificar la existencia de ningún ilícito en todo este asunto del caso Bárcenas; por lo tanto, todo es legal. Pero el problema es que el mayor daño ya está hecho. Hasta el menos avezado en materia económica sabe que ni publicar todas las declaraciones de la renta o hacer todas las auditorías del mundo sirve de nada. Seguro que las cuentas A están como los chorros del oro y de las B no va a salir nada. Es lo de la mujer del césar. Y la respuesta que el PP ha dado a todo este asunto solo ha contribuido a incrementar la impresión de culpabilidad. Alentó la credibilidad en un primer momento del tráfico de sobres, hasta que se publicó la famosa lista de perceptores. Salen algunos de ellos confirmando que recibieron dinero y entonces Génova niega el tráfico de sobres. Y ayer Mariano Rajoy, en el colmo del desatino, se va a Berlín a afirmar que "todo es falso, salvo alguna cosa". El bombero pirómano.