CONFIESO mi pasmo ante el debate abierto por Antonio Basagoiti en torno a la conveniencia -económica- de que el lehendakari, en este caso Iñigo Urkullu, deje de utilizar Ajuria Enea como residencia oficial. Todavía no acabo de convencerme, dadas las fechas, de si se trata o no de una inocentada y estoy preocupada. Porque si Basagoiti en plan papa tuitero quiere desalojar al lehendakari como a la mula y al buey del portal de Belén, a Mariano Rajoy le queda medio telediario para que le manden a algún piso vacío de El Pocero en Seseña, por ejemplo. Lo digo porque supongo que Moncloa debe de costarnos también un pastizal, teniendo en cuenta además las sucesivas redecoraciones para acondicionar la residencia al estilismo de sus sucesivos inquilinos. Lo de Zarzuela, que sé que lo estarán pensando malvados, es diferente. En algún sitio tendrá que colgar Juan Carlos sus trofeos de caza. Y hablando de todo un poco, qué me dicen del discurso navideño. Qué chungo debe de ser saber que, mientras sueltas la misma chapa de siempre, la humanidad que te ve -matizo, la cada vez menos humanidad que te ve- está ganando dioptrías intentando desentrañar quién sale en las fotos que hay detrás de ti. Volviendo a lo de las residencias oficiales, me acabo de acordar de los planes del Gobierno español para dar la residencia a extranjeros que compren pisos de más de 160.000 euros... Aten cabos, yo ahí lo dejo. Pero Ajuria Enea, aunque sea de segunda mano y pese a la crisis inmobiliaria, aún tiene que valer una pasta.
- Multimedia
- Servicios
- Participación