LA voracidad de la política de recortes de la derecha no tiene fin. Si las restricciones en servicios públicos básicos como la salud, la educación o el bienestar social suponen una quiebra del presente para millones de ciudadanos y una inevitable vuelta al pasado; el tijeretazo en materia de investigación -que se suma al de las universidades públicas- puede dejar a un país entero sin futuro. La inversión en I+D+i que contempla el Gobierno de Mariano Rajoy contará con 600 millones de euros menos para el próximo año. En términos porcentuales, este ajuste supondrá que, lejos de acercarse a la media europea de dedicar el 2% del PIB a investigación, se caerá por debajo del 1,37% actual. Los científicos se han echado estos días a la calle. Unas nuevas batas blancas que siguen en la protesta a las de los médicos y profesores. Pero más allá del problema laboral que pueden causar estos recortes, con la consiguiente fuga de cerebros, lo que está en juego es el verdadero motor de desarrollo a medio plazo. La crisis ha tenido mucho que ver con el colapso de un modelo productivo basado en actividades que no tenían gran valor añadido. El cemento -unido a una cultura de economía especulativa que ha arruinado los activos- y el turismo, así como la cadena productiva en manos de multinacionales son tres pilares propios de países de la retaguardia europea y con los que resulta imposible competir ante potencias emergentes como China, donde los costes de producción son mucho menores. Un país que no inventa, que no investiga ni añade valor a su industria es un país condenado a la recesión donde la deslocalización y el paro hacen estragos. No es casualidad que comunidades que se han ocupado en invertir en parques tecnológicos y en empresas propias, como se ha podido ejemplificar en el modelo del movimiento cooperativo vasco, son las que aguantan el tirón de la crisis mejor, con menos índices de paro y se codean con otras zonas europeas en el mercado internacional. El gasto en I+D+i es siempre una inversión, por eso los ajustes pueden suponer también, mirando hacia atrás, la dilapidación de todo lo invertido, ya que generaciones de nuevos técnicos y científicos acabarán en las listas del paro o teniendo que emigrar en busca de un lugar donde se valore su trabajo.