El intento de escenificar un malestar, por parte de los funcionarios de la Diputación, ha sido todo un fiasco. Lo han hecho a través de una campaña de recogida de firmas que según los resultados no han sido lo que los organizadores esperaban. El número de firmas recogidas en protesta por los recortes que va ha poner en marcha la Diputación de Álava no ha superado el 50% de la plantilla de funcionarios de la institución foral.

Es decir, que existe otro 50% que respalda la decisión de la Diputación. De lo que se deduce que no existe un amplio consenso para trasladar el malestar a la ciudadanía. El resto de los ciudadanos bastante tenemos con nuestros propios problemas para que vengan estos personajes queriendo buscar aliados para su beneficio.

Los representantes de los trabajadores han fracasado. Un fracaso estrepitoso que indica que hay mucho de artificial en sus reclamaciones. A nadie le agrada que le recorten sueldo, pero los funcionarios deben comprender la situación precaria en la que se encuentran las arcas públicas. Si los ciudadanos no consumimos deberían comprender los representantes de los funcionarios que las instituciones no recaudan. Al no recaudar se hace difícil el pago a los funcionarios. Además los funcionarios tienen la ventaja de que sus puestos de trabajo no peligran. Algo transcendental y un privilegio en la situación actual. Considero que las protestas legítimas de algunos funcionarios de la Diputación no están siendo afortunadas. Deberían saber que el resto de los ciudadanos les consideran una casta privilegiada. Una opinión muy generalizada en el seno de la sociedad y que por tanto deberían valorar siempre que tomen medidas contra la administración.