hay semanas que no ayudan en nada al sistema. Pasan cosas que ponen en cuestión la escasa -cada vez menor- credibilidad que mantienen las instituciones gobernantes. Ocurrió con Juan Carlos y su elefante, con Urdangarin y sus trapicheos, con Rajoy y su sucesión de mentiras nada más investirse de presidente, con los desahucios y los suicidios. La monarquía, la banca y el Gobierno en solfa en menos que canta un gallo. Faltaba por caer el poder judicial que, recuérdenlo, pidió cambios legales para intentar erigirse como el garante de los derechos ciudadanos ante los desmanes de los políticos y la usura de los bancos. Pero la justicia también empieza a resquebrajarse. Gao Ping y sus compinches de la mafia china ya están en libertad gracias a un error del juez Fernando Andreu. Al parecer, al magistrado de la Audiencia Nacional se le olvidó que no se puede retener a nadie más de 72 horas sin ponerlo a disposición judicial. Dice que fue un fallo y quizá lo sea, pero la mayoría de la gente ya no está para soslayar deslices cuando ve a un presunto defraudador -le acusan de blanquear más de 300 millones de euros al año- abandonar tan tranquilo la cárcel en un Mercedes mientras a los demás nos están cortando los pantalones por encima de la rodillas. Si aceptamos error como animal de compañía, por qué no aderezar un poco la película con ciertas dosis de soborno o amenazas vestidas de negro en forma de ninjas entrando por la ventana a altas horas de la madrugada. ¡Bah! no me han mucho caso, hoy me he levantado un poco paranoico.