EL presidente del Gobierno español y líder del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, comunicó ayer públicamente lo que se venía especulando desde hace tiempo. Derrotado por la crisis y su pésima gestión, acosado de forma permanente e inmisericorde por el PP, abandonado a su suerte por su propio partido y por sus apoyos mediáticos y debilitado por su política errática basada en la improvisación, Zapatero se ha rendido. Abandona el barco, una nave casi a la deriva, en el peor momento y anuncia que no será de nuevo candidato. Incluso en esta gestión de los tiempos a la hora de comunicar su decisión, el dirigente socialista ha hecho gala de su torpe forma de actuar y se ha dejado llevar por los acontecimientos dejando a su gobierno y a su partido -en estos momentos, una auténtica jaula de grillos- a los pies de los caballos. Finalmente, Zapatero ha desoído a quienes le aconsejaban que no anunciara aún su retirada para no poner a su gobierno en una complicada tesitura ante todo un año de fuerte desgaste al estar liderado por un presidente que ha firmado públicamente su certificado de defunción política, con el añadido de que insiste en agotar la legislatura. El presidente deja, además, al PSOE sumido en una gran incógnita, pues al abrir la puerta a las primarias alimenta de hecho la batalla interna, una lucha que se augura larga, a no ser que todo el partido haga piña en torno a Pérez Rubalcaba para soslayar el debate, una salida que tampoco parece clara toda vez que Carme Chacón no ha querido zanjar las especulaciones sobre su posible candidatura alternativa e inlcuso se ha dejado promocionar por la dirección del PSC. Todo ello conforma un escenario en el que los socialistas quedan en una situación de extrema debilidad, a la que han llegado en la medida en que la estrella de Zapatero se ha ido apagando en su segundo mandato. Una estrella que ha recorrido una estela que va desde las grandes expectativas en torno a la apertura melón del debate plurinacional, la valentía para afrontar el proceso de paz de Loiola o la recuperación de algunas señas de identidad de la izquierda en el terreno de los derechos civiles y sociales hasta un balance final sumamente decepcionante en un tramo final que ha ido dando tumbos entre el titubeo y la vulnerabilidad a la presión de la derecha.
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