Ha pasado tiempo desde las intervenciones humanitarias en Afganistán e Irak y pocos dudan de sus motivaciones económicas y geopolíticas. La vulneración de los derechos humanos no era la razón de dicha intervención. Ahora se lleva a cabo otra nueva intervención en un país con importantes recursos energéticos. Nuevamente son las potencias de Norteamérica y Europa las que intervienen.

Nos contaban los medios de comunicación los movimientos populares que se producían en distintos estados del Norte de África y próximo Oriente. Aunque estos movimientos pudieran tener una base sólida, no veía con claridad qué mano los movía y coordinaba. Era muy extraño que los hasta hace poco amigos de las democracias occidentales se convirtieran de repente en enemigos a eliminar. Pero así ocurrió. Los antiguos demócratas y actuales dictadores han ido cayendo uno tras otro. Casualmente también todos mantenían sus fortunas depositadas en bancos de confianza de las democracias.

Pero Gadafi pensó que no era bueno ceder y actuó contra una parte de su pueblo de forma brutal. Esa ha sido la excusa para una intervención militar con uno fines humanitarios que parecen consistir en eliminar la supremacía militar de uno de los grupos en contienda. De esta forma conseguirán que la duración de la violencia se extienda más. Uno creía que la misión humanitaria consistiría en disuadirles a ambos bandos de la guerra, en propiciar conversaciones de paz, en buscar soluciones dialogadas. Pero no es así. Lo humanitario es alargar la guerra.

Casualmente son los países humanitarios quienes venden más armas a los contendientes y cuanto más destruyan las armas que poseen, especialmente las más caras, más tendrán que comprar. Y de esta forma será más fácil que la maltrecha economía de los llamados estados democráticos salga adelante. Nuevamente sobre montañas de cadáveres de los pueblos del tercer mundo.

Que no se han agotado todos los medios para buscar una solución es evidente, tanto como que otro estado de la zona, Marruecos, lleva machacando al pueblo saharaui, lleva años incumpliendo los acuerdos de la ONU sobre la autodeterminación del Sahara y nadie ha dicho nada para reconducir este tema. Posiblemente el rey de Marruecos sea, hasta el momento, un ejemplo de estadista democrático.

Y en el Estado español, para vergüenza de sus ciudadanos, prácticamente la totalidad de los grupos políticos en su Parlamento ha apoyado al Gobierno en su decisión de tomar parte en esas acciones militares contra el pueblo libio.