DESDE el 11 de marzo Japón está viviendo un infierno. Primero fueron el gran terremoto y el tsunami que le siguió, provocando miles de muertos. Las últimas informaciones oficiales aseguran que son ya 8.600, y otros 13.600 las personas desaparecidas. Fue una gran tragedia, pero no ha sido el final del desastre.

El terremoto más intenso de la historia de Japón y el maremoto resultante causaron fallos en la central nuclear de Fukushima y no se pudieron activar algunas de las medidas de emergencia por falta de abastecimiento eléctrico. La tecnología que se utiliza en estas centrales es muy avanzada, pero ya se ha visto que también es muy frágil. Esta cadena de sucesos provocó incendios y explosiones en los reactores y la radiactividad se ha extendido en muchos kilómetros a la redonda. No se sabe lo que está pasando, y peor aún, no sabemos lo que puede pasar porque todavía no se ha controlado la situación. Una vez más, en lo referente a la energía nuclear, reina la falta de información y transparencia. No es un tema menor.

En Europa los gobiernos se están replanteando su política nuclear, el debate se ha abierto de nuevo. La canciller alemana Angela Merkel ha parado las centrales nucleares alemanas para tres meses con la intención de analizar la política nuclear del país. El comisario de energía de la Comisión Europea ha descrito la situación de Japón como apocalíptica. Incluso el Gobierno chino se está replanteando su expansión nuclear. Y, ¿qué dice mientras tanto el Gobierno español? Que va a verificar la seguridad de las centrales nucleares, como si eso fuese suficiente.

Pero Zapatero actúa. El pasado mes de febrero se aprobó la Ley de Economía Sostenible, que anula la limitación de los 40 años de vida útil que hasta ahora tenían las centrales nucleares españolas. En su lugar, ahora tienen una vida útil indefinida, siempre y cuando "cumplan con las medidas de seguridad". Fukushima también las cumplía, hasta que dejó de hacerlo. Por cierto, los cables de Wikileaks muestran que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) advirtió al Gobierno de Japón, tras un terremoto en 2007, que había centrales nucleares cuyo diseño no era capaz de resistir ese terremoto (de grado 6,7). Ahora ha habido uno de grado 9 y ya es demasiado tarde.

La Organización Mundial de la Salud ha dicho que la detección de radiación en alimentos (como leche y alcachofas) y agua es un problema serio y más grave de lo que se pensaba. El agua del mar también está contaminada (¿alguien podría pensar lo contrario si están rociando la central con esa agua del mar?). Y esto todavía no se ha acabado.

Pero no miremos sólo a Japón. Aquí mismo tenemos una planta de idénticas características y las mismas medidas de seguridad que han fallado en Fukushima, la central nuclear de Garoña. Ya tiene 40 años y debería estar cerrada. El envejecimiento de la central ha provocado en los últimos años muchos fallos, demasiados. Pero el Gobierno español no está por la labor de clausurarla y le ha concedido una prórroga hasta 2013, y cuando llegue el momento, quién sabe lo que ocurrirá. Será el siguiente gobierno quien decida.

¿Por qué se sigue con la energía nuclear cuando tenemos alternativas viables y sin riesgo como son las energías renovables? ¿No será que hay grandes intereses de empresas eléctricas detrás de esta decisión y se anteponen sus intereses a nuestra seguridad y nuestra salud?

ELA exige el inmediato cierre de Garoña, porque hay demasiadas razones para ello. Es una central nuclear antigua, que ha tenido un sinfín de fallos y ya debería estar cerrada. También exigimos que se dejen a un lado la energía nuclear, que se impulse una política de ahorro energético, de reducción de la movilidad y que se opte por las renovables, la única energía segura y limpia.