Cuando parecía que la normalidad podría regresar al fin a los aeropuertos españoles después del laudo arbitral que zanjó el conflicto de los controladores áereos, UGT, CCOO y USO en AENA anunciaron la pasada semana la convocatoria de 19 días de huelga con la exigencia de la consolidación de las condiciones laborales vigentes ante la privatización del ente como telón de fondo, un paro que afecta de lleno a las vacaciones de Semana Santa y a las de verano en su tramo de julio. Precisando que la iniciativa de las tres secciones sindicales -que representan a 12.500 trabajadores- se ajusta a la legalidad y que al oficializarla con más de un mes de antelación da tiempo para encauzar las negociaciones entre las partes y en su caso para fijar unos servicios mínimos, es cierto que los primeros perjudicados van a ser los ciudadanos, pero también que el origen del conflicto nace de una decisión que tomó el Gobierno precisamente en el arranque del problema con los controladores, con lo cual quedó oculta tras la indignación que causó la movilización de los profesionales de las torres de control. El precio de aquella maniobra empieza a pagarse, por tanto, ahora, y si las negociaciones entre las partes no llegan a buen puerto, puede ser muy elevado. Porque al evidente perjuicio que va a causar a todas aquellas personas que pensaban tomar un avión en las fechas elegidas por las centrales sindicales para la huelga, hay que añadir el que va a sufrir el sector turístico. Y es que tampoco conviene olvidar bajo ningún concepto que el paro anunciado ya está generando un deterioro muy notable a las empresas españolas que directa o indirectamente viven del turismo, incluidas por supuesto las agencias de viaje, puesto que quienes en este momento eligen destino vacacional no van a asumir ningún tipo de riesgos, más con el caos provocado por los controladores aéreos hace escasamente tres meses. Llegado este nuevo contencioso en AENA a tamaño grado de enconamiento, no queda sino exigir a los interlocutores que se sienten a negociar con verdadera determinación de cerrar un acuerdo, aunque haya que volver a lamentar esa palmaria incapacidad para no someter a la sociedad en general y al sector turístico en particular a semejantes tensiones.