DUrante mucho tiempo he dedicado los tiempos más felices de mi vida, después de los familiares, al voluntariado y la cooperación. El voluntariado lo he realizado siempre en mi ciudad natal. La cooperación, en los lugares del mundo en que he podido. Uno es Nicaragua.
Nicaragua es un país muy desestructurado. Con una esperanza de vida que no alcanza los 30 años. De gentes resignadas y entrañables. Bello y con zonas selváticas inhabitables, por hoy. Vivir es cada día un milagro.
Soy europeo y en política europea se discute de cintura para arriba a diferencia de la política estadounidense, en que se discute de cintura para abajo por la vieja tradición puritana de los founding fhaders, los padres fundadores.
En Nicaragua es notoria la pasión de doña Ana física y/o afectiva por un lugareño. Ellos así lo dicen con guasa, ignoro si falsa o verdadera.
Si doña Ana Urchueguía ha delinquido por pasión, amor o codicia no me es irrelevante. En los primeros casos provoca mi humana comprensión al género humano. En el último no. Serán los tribunales de justicia los que determinen si se ha cometido delito o no. Soy hombre de justicia y de perdón.
Me duele como vasco ver a mi lehendakari, pues mientras lo sea es de todos, perder la dignidad. Proclámese en una sociedad democrática la presunción de inocencia hasta que exista sentencia firme. En Roma se dijo "nemo ignorabat conjuratio Catilinae" (nadie ignoraba la conjura de Catilina).
Qué se me da a elegir: ¿entre un lehendakari que está en la higuera o un lehendakari que miente?
Yo siempre estaré con un lehendakari que, honrando la separación de poderes, se deba a la Justicia. Para mí no es cuestión de línea partidista, sino de dignificación institucional. Por menos en países han caído gobiernos. Todos nos equivocamos, lehendakari, y a veces demasiado. Solo queda corregir y aprender del error. Y pedir perdón si es el caso. Y si no se da más de sí, amar al pueblo y retornar a casa o a una empresa pública holgadamente remunerada. Y si hace falta exhortar a 5.000.000 de indigentes -no tontos- nicaragüenses, hágase. Creo en la Justicia. Y nunca diré como Pablo Iglesias que acataré las leyes que me convengan y no lo haré con las que no me convengan. Cierto que eran tiempos distintos y distantes. Pero fue en sede parlamentaria.
Las buenas gentes amamos la justicia. Los que prefieren la propaganda se retratan. Es menester restaurar los valores cívicos. Democracia, por favor, lo suplico y creía que lo habíamos logrado. Democracia. Lo siento.