En tiempos de agitación social, la empatía, escucha y flexibilidad son claves para normalizar la relación. Así, me resulta llamativa por inconsecuente con esa realidad la manera con que se reafirma en su actitud la consejera de Educación, Isabel Celaá. La decisión de la ikastola de Lezo no es ninguna provocación para que la consejera responda con esa firmeza inflexible y determinante de retirar los ordenadores. ¿En qué deja la autonomía de los centros?

Una mayoría de padres -seguro que informados de fuentes técnica y comercialmente más neutrales que de donde haya podido beber la consejera- propusieron al centro que los ordenadores portátiles recibidos del Departamento vasco de Educación para que los alumnos trabajaran con Internet se conectaran a la red por cable y no mediante tecnología Wi-Fi. Han asumido todos los gastos de cableado y clavijas de conexión a la red, sin merma de medios para el centro, y así proteger de posibles afecciones a la salud de sus hijos por emisiones de microondas acumulativas a las ya existentes por otros aparatos.

Los países nórdicos quitaron y los centroeuropeos están retirando las conexiones Wi-Fi de colegios e institutos. Francia en 2010 destinó 174 millones de euros a reemplazar la red Wi-Fi por fibra óptica o cableado corriente y ha prohibido el uso de móvil en las escuelas "con el fin de proteger a los menores del posible daño de las microondas".

Si queremos saber más del tema nos debemos buscar la vida, pues los gobernantes nos ignoran e ignoran estudios de gran solvencia e independencia como el Informe BioIniciative, síntesis de más de 2.000 informes cruzados entre científicos de todo el mundo. Recoge el costo medio por centro de aquellos que han abandonado el sistema Wi-Fi y han pasado a conexión por cable: no supera los 2.000 euros.

Julen Lizaso