acabamos de asistir a la aprobación del pacto de competitividad, consistente en eliminar la revisión anual de los salarios por la desviación del IPC y vincularlos al aumento de la productividad. Con lo que sufriremos una pérdida importante de poder adquisitivo, gracias entre otros a Angela Merkel y al resto de la derecha europea. Lo que aún está por saber es si esta medida se aplicará en España, puesto que el propio presidente Zapatero ha declarado que su aplicación dependerá de la evolución de la inflación. Por lo que la derecha y los sectores empresariales han lanzado una campaña para lograr su entrada en vigor con argumentos de perogrullo.

Por ejemplo, que con una caída de los salarios aumentaría la demanda de puestos de trabajo, cuando la realidad no ha demostrado jamás semejante tesis. Sin olvidar que un descenso del poder adquisitivo lleva inmediatamente a bajar el consumo y aumentar el desempleo.

Que el recorte haría aumentar la productividad al bajar el coste de la mano de obra. Pero el gran problema que surge aquí es para qué y con quién competimos, puesto que su aplicación llevaría a un empobrecimiento general, compitiendo además con países más pobres.

Que la moderación salarial trae consigo una mejora del sector exterior es el argumento esgrimido con más fuerza, cogiendo como ejemplo el milagro exportador alemán. Un potencial que, según los defensores del plan, estaría basado en la moderación salarial, un eufemismo para designar procesos en los que los salarios permanecen estancados o disminuyen.

El problema de esta teoría es que los datos no la respaldan, siendo la propia Comisión Europea la que señaló en un informe de 2010 que el aumento de las exportaciones alemanas durante el periodo 1999-2008 fue debido a un aumento de la demanda de los países compradores, y sólo en un 0,3% de los casos a rebajas salariales. Pero incluso aunque la rebaja fuera más severa, varios estudios econométricos han demostrado que la cosa tampoco mejoraría, puesto que una bajada en las remuneraciones del 10% apenas aumentaría las exportaciones en un 4%.

Incluso en una economía como la española, en la que la industria no alcanza los niveles tecnológicos de Alemania, la rebaja salarial produciría efectos parecidos debido a que nuestras exportaciones se basan en productos de calidad media-alta como bienes de equipo o los automóviles.

La adopción de estas medidas generará primero un aumento de los beneficios empresariales, seguida de una crisis comercial en toda la eurozona. Por eso somos muchos los ciudadanos y ciudadanas que pedimos al Gobierno que no se deje embaucar por la patronal.

Guillermo Samanes Olleta