El amor y la amistad conforman, gastronomías aparte, la sal y la pimienta de nuestro existir. Si el primero instrumentaliza permanentemente nuestra partitura vital, la segunda aporta melodías insustituibles. Dejemos los amores en sus privacidades y abordemos en este preámbulo las amistades. Normalmente suelen ser generacionales pero dentro de un amplio abanico las hay nacionales, internacionales e incluso intergeneracionales.
Estas últimas añaden a las ya citadas especias un toque de cayena que confiere al guiso una personalidad y un brillo particular. Cuando, habiendo sido ya amigo del abuelo o del padre de un amigo de tus hijos, acabas empatizando con él, se generan vínculos que sobrevuelan edades y geografías. Son los que me unen a Marko Urreiztieta, vasco-bretón, geólogo de profesión y buscador de crudos. Conocer perdidos lugares con un pateador nato de terreno es una gozada y siendo además amigo, un privilegio. Con él he explorado (nunca hacen dejación de este verbo) algunos territorios lejanos y mantengo la esperanza de visitarle en Malasia, que es donde actualmente ejerce. Así que, no perdamos el norte de este papelín y vayamos a los hidrocarburos. La última vez que pasó por Euskal Herria y mientras tirábamos de manguera para llenar el depósito, se fijó en el precio de la nafta (así la llama él) y soltó un ¡coño! que resonó desde Hendaia hasta Biriatu. Camino de Urruña sigue soltando amarras y, colmando mi curiosidad, me zigzaguea los precios desde la búsqueda del pozo hasta la manguera.
De hecho, el cálculo del precio del carburante a partir del precio del bruto es muy complejo porque depende de una miríada de parámetros. Tipos de bruto, terreno de exploración más o menos hostil y problemas técnicos in situ, costos de exploración, costos de extracción y producción, tipos de contrato con las autoridades locales, transportes, margen del refinado, costos de distribución, tasación según países, tipo de cambio euro/dólar USA, situación de la oferta y la demanda, costos de la presencia militar en torno al Golfo Pérsico (50.000 millones de dólares al año), etc.
Lo que me quedó clarísimo es que multitud de intermediarios se llenan opíparamente sus bolsillos:
- Las compañías petroleras son ricas pero es innegable que hacen el trabajo y asumen los riesgos de exploración. Se llevan el 20% del crudo y de los costos de producción y son ellos los que transportan el producto hasta la refinería.
- Los estados productores (sobre todo los de corte dictatorial) son golosos y se llevan el 80% del crudo y de los costes de producción.
- Los refinadores refinan (8% del precio del crudo).
- Los distribuidores distribuyen (31% del precio del bruto).
- Los estados receptores gravan. El Estado francés es uno de los líderes en este apartado. Se lleva el 63% del precio final o, si ustedes prefieren, el 137% sobre el del producto refinado. Teniendo en cuenta que son alrededor de dos millones de barriles diarios, ustedes imaginarán el maná que eso supone para los administradores de nuestra sociedad del malestar. Y eso sin contar con el impuesto sobre los beneficios de las empresas petroleras que tienen su sede social en el hexágono.