La noticia de la muerte de Sabin Intxaurraga me produjo en el momento en que me enteré una profunda tristeza y un inquietante vacío. He podido compartir con él muchos momentos políticos y parlamentarios y aunque la mayoría eran desde la intensa discrepancia tengo que recordar a Sabin como un hombre dialogante, inteligente y cercano, un vasco con carácter y profundas convicciones; y en eso me quiero parecer a él.

Un viaje de comisión a la Asturias profunda, a Taramundi, la tramitación de la ley del deporte del País Vasco, algún debate electoral en ETB, sus muestras de afecto en los duros momentos de los asesinatos de nuestros compañeros y contactos varios por imperativo de la proximidad en los escaños son momentos que han conformado una relación de respeto y de caballerosidad que hoy echo de menos.

En Ceanuri, en la preciosa Parroquia de Andra Mari, me he encontrado con amigos y conocidos comunes y he querido desear por afecto, y también por el espíritu de las fechas y del acontecimiento, al amigo Intxaurraga un feliz año eterno. Se lo merece un buen alcalde, parlamentario, consejero. Una buena persona.