HE tardado en decidirme a escribir estas líneas, ante el riesgo de encadenar improperios, terapéuticos, pero improperios. Luego pensé que sólo faltaba, que lo que es es, que el diccionario ofrece calificativos y que aunque la lista es larga, se queda corta. Impúdico, delictivo, vergonzoso, obsceno, indecente, repugnante, sucio, asqueroso, repulsivo, hediondo, fétido, pestilente, corrupto, perverso, pervertido, pérfido, brutal, depravado, vicioso, bárbaro, sádico, abyecto, infame, vil... Machista es lo más suave. Con todo mi desprecio, para el señor Salvador Sostres, que esta semana en un programa de Telemadrid, en el que había niños de varios colegios como público, aprovechó un parón de publicidad para vomitar su afición a las jovencitas -"esa tensión de la carne, esas vaginas que aún no huelen a ácido úrico, que están limpias (...) Esta carne que rebota, joven. Y ese entusiasmo, que te quieren enseñar que están liberadas, que ya son mayores"- y su ruin visión de las cosas, cuando la presentadora, Isabel San Sebastián, le conminó a callarse ante la presencia de niños -"¿de Cádiz y Marruecos, pero qué es esto un colegio o una ONG?"-. Señor Sostres, no hay galaxia por lejana que esté para correr y esconderse de la vergüenza que usted supone para el género humano, por mucho sentido del humor que queramos echarle. Estará contento de que Esperanza Aguirre, hay que joderse señora, considere lo suyo "una conversación privada". Yo lo veo cerquita de la apología de un delito. Y se me ocurren pocos delitos más asquerosos y deleznables.