HACE un año por estas fechas, los pensionistas recibíamos una carta de la Seguridad Social en la que se nos informaba a bombo y platillo de que las pensiones se verían incrementadas en un uno por ciento y tomando como referencia el bruto de la pensión que recibías y la que ibas a cobrar te daba un resultado. La triste realidad es, que cuando fuimos a cobrar muchos la primera pensión con este incremento, nos encontramos que el dinero que debía llegar a nuestros bolsillos se había reducido y en diferentes cuantías algunas por más de 20 euros. Nos dimos cuenta de que la triste realidad había supuesto una disminución de nuestros ingresos y así todo el año, con que resultaba que con una media de sólo 10 euros de menos al fin de año serían 140 menos euros lo que se habrá cobrado. La carta tan bonita fue una verdad a medias porque la consiguiente retención en la renta hizo que ese cacareado aumento fuese un retroceso en el poder adquisitivo y es que las verdades a medias son la peor de las mentiras.

Para el próximo año se está librando una batalla con motivo de la presunta congelación de las pensiones y mientras el partido del Gobierno y sus dos socios de conveniencia se aferran a la congelación de las mismas (aunque a última hora podrían descolgarse y aceptar la no congelación al calcular la posible pérdida de votos) por otra parte la oposición que gracias a su poca gana en tantos temas mantiene menos inquieto al gobierno de lo que cabría esperar con una situación económica desastrosa y sin visos de recuperación, ha hecho bandera de que no se congelen las pensiones. Si nos atenemos a cómo fueron las cosas para muchos pensionistas el año pasado quizás tengamos que decir aquello de: Virgencita que me quede como estoy? porque el intríngulis de las pensiones no está en el bruto de las mismas sino en lo que cada uno se lleva en efectivo al pasar por ventanilla. Deberían arbitrarse fórmulas para que ningún pensionista cobre menos al terminar cada mes y naturalmente dando prioridad en ello a las pensiones más bajas porque la verdad es que todas son de vergüenza y muchas de miseria.

Naturalmente que si los pensionistas tuviesen salarios más favorecedores y en consonancia con las de otros países de nuestro entorno y donde siempre quiere encontrar acomodo el presidente Zapatero, serían más difícil sueldos de escándalo como por ejemplo los de Cospedal o Pajín, que se llevan al mes por encima de veinte veces lo que supone una pensión media.

Todos por distintos motivos están jugando la baza de las pensiones, sólo por el motivo de saber que son muchos los votos que pueden ir para un lado u otro y la permanencia en el puesto es algo que conviene mantener a toda costa para no perder el tren de vida y el de sus adláteres.

Fernando Semprún Romeo