Cuando uno tiene que vivir de alquiler en un minipiso en el que el propietario se niega a reparar una calefacción que no funciona ni a realizar las reparaciones que prometió y se opone a la instalación de un ascensor que haría más fácil el acceso a esa quinta planta, es normal que quiera tener una casa propia. No importa que hasta entonces haya subsistido 40 años en una chabola y viva mejor que antes. Es natural que quiera vivir en una casa al menos tan grande y cómoda como la del propietario de su minipiso; es más, ¡tiene derecho a ello!

Que los que se negaban a admitirle en su comunidad de vecinos, que quienes durante todo ese tiempo han racaneado en sus obligaciones de habilitar ese piso en las condiciones pactadas se erijan ahora en defensores y guías de los realquilados es simplemente un sarcasmo.

Queremos ser dueños de nuestra propia casa y la queremos porque es la casa de nuestros antepasados.