También es paradoja que nos dejes en plena crisis, y no sólo económica; tú, que siempre has estado al pie del cañón, más allá de si la pólvora era la adecuada, estaba húmeda o era de excelente calidad. Aunque, en realidad, nuestra pólvora nunca fue de buena calidad en este país donde la humedad reinante viene de tiempos remotos, y más allá de que vendamos sol a los turistas, padecemos de reúmas generales y demás contratiempos que producen las escasas ideas que generamos por kilómetro cuadrado en esta España que ya no sé ni a quién pertenece. ¿Te acuerdas cuando íbamos a dar una charla en el Seminario de Pamplona? Creo que era el año 1976. Éramos cuatro sindicalistas y tú mismo, casi recién salido de la cárcel. Formábamos el cartel José Luís Maiza, Sánchez Cortáuzar, Miguel Bueno, yo mismo y tú; pero como en las corridas, dependíamos del tiempo y de la autoridad competente, y fue esta última la que nos prohibió el acto debido al riesgo que representábamos para la población. Vamos, que no éramos de fiar, sobre todo tú, recién salido de la cárcel de Carabanchel. Los toros eran de la dehesa del excelentísimo señor gobernador civil, imposibles de lidiar sin que te abrieran la cabeza o en canal. A ellos les daba igual por dónde te hicieran el boquete. Los que tuvimos la fortuna de conocerte, de tratarte y de acompañarte en varias campañas electorales, te llevaremos en nuestra memoria de forma indeleble. Recuerdo cuando explicabas lo de la ruptura astillada, aquel modo de ilustrar el porqué de la no ruptura democrática e ir a los pactos con el enemigo cordial y transformado en demócrata de la noche a la mañana. Las cosas fueron no como quisiéramos que fueran, sino como pudieron ser. Al final eso nos pasa a lo largo de nuestra vida a casi todos: luchamos de forma denodada para ser lo que queremos, y sólo logramos ser lo que no queremos. No es poca cosa si se mira bien; y si se mira mal, tal vez lleguemos a convencernos de que logramos lo que quisimos.

Querido Marcelino: gracias por tu inmensidad humana; por tu incesante e irrenunciable trabajo en pos de la decencia política, de la Libertad con mayúsculas, y no de esta caricatura actual; gracias por tu permanente ejemplo de solidaridad, de humanismo, de inmensa honradez, gracias por estar siempre al lado de los que sólo podíamos darte la mano por tu entrega; gracias por todo lo que fuiste y por lo que seguirás siendo. Me alegro de haberte conocido. Un abrazo amigo, compañero. Un abrazo eterno.