decía Paco Umbral que para la derechona, que no entiende por qué los currelas van a dejar de ir un día a trabajar si no es para irse de carajillos, una huelga es una juerga. Pero parecen haber cambiado algunas tornas. Los promotores de la huelga de hoy arengan desde un vistoso Volkswagen Passat -verídico- que nada tiene que ver con aquellos 4L empapelados de banderas rojas y le tienen que pedir disculpas a Zapatero de antemano. Cándido Méndez y Fernández Toxo entraron en febrero discretamente en La Moncloa y, sobre la alfombra que les da de comer, le vinieron a pedir al presidente que entendiera que no les quedaba otra, que no es nada personal y que, como gesto de buena voluntad, dejaban el lío para después del verano, una vez pasado el sofocón del tijeretazo y la reforma laboral. Al otro lado están los promotores de la acumulación de fuerzas soberanistas, que implica no acumularse con quien no se tenga como tal y, por tanto, están dispuestos a hacer ver que esto del 29-S no va con ellos. Y quienes acumulan verdaderas razones -trabajadores que les han quitado vacaciones y extraescolares a sus hijos, que sudan haciendo cuentas a fin de mes o que terminan al borde del paro- no están para juergas, y menos si el día les va a costar 128 euros. Aparte de los castigados pensionistas, que tampoco pueden parar porque tienen que hacerse cargo de los nietos. Así que aquí la única juerga es que la que se corre la propia derecha, que sin hacer huelga la aplaude con gran algarabía, frotándose las manos viendo a Zapatero aguantar el chaparrón.