lOS resultados de las elecciones legislativas en Venezuela han supuesto una victoria relativa para el oficialismo del presidente Hugo Chávez. Los candidatos del socialismo bolivariano han sumado 91 escaños en la Asamblea frente a los 59 de la oposición con una alta participación y ausencia de incidentes, según los primeros datos oficiales del recuento. Sin embargo, las candidaturas de la oposición han superado en votos a las listas chavistas -lo que ocurre por segunda vez en 11 años de chavismo y 13 elecciones- y, sobre todo, han impedido al presidente alcanzar los dos tercios del Parlamento, lo que le impide ahora sacar adelante sin el consenso con la oposición su política de reformas legislativas y también nombrar a los distintos poderes del Estado. Es cierto que Chávez mantiene aún un importante nivel de apoyo social, pero aspiraba a un escenario más diáfano para el ejercicio de su programa de cara a la convocatoria de las presidenciales de 2012. Los ciudadanos venezolanos han mostrado en estos comicios signos evidentes de hartazgo y desconfianza ante un modelo de gobierno en el que las promesas y la grandilocuencia de su máximo líder son mucho mayores que los hechos reales. Y en ese contexto, el malestar ante los efectos sociales de la crisis económica y los crecientes índices de violencia y criminalidad, la principal preocupación del país, han terminado por pasar factura al líder venezolano. Además, la oposición política -que ha unificado grupos que abarcan el espectro ideológico de la extrema izquierda hasta la derecha más dura- ha evitado repetir el error de hace cinco años, cuando decidió boicotear las anteriores elecciones legislativas, lo que permitió a la formación socialista de Chávez el control absoluto de la Asamblea. No parece que el movimiento bolivariano que le apoya esté dispuesto a moderar su proyecto de reformas sociales, económicas y políticas, pero el presidente de Venezuela debiera hacer una lectura reposada de los datos de estas elecciones y, ante la necesidad de buscar equilibrios en la nueva Asamblea, quizá pensar en abrir una vía de posibles grandes acuerdos con la oposición, al menos con la complicidad de los sectores menos comprometidos con los intereses de la oligarquía conservadora.
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