El mundo baturro acaba de quedarse afónico. La enfermedad ha robado de golpe a Aragón el verso que florece en medio de Los Monegros, el grito que reverbera para que no se olvide Teruel, la mano que amasa tres provincias en un abrazo de hermanos y el hombre que atesoraba nobleza baturra.
Siempre viajó al abrigo de cuatros barras rojas sobre fondo aurífero, y allí donde posó el pie dejó por semilla un trozo del mensaje de esperanza que no faltó nunca en su mochila: "Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad"
A aquéllos que menudearon su palabra y su tierra, que le guardaron el sitio pa cimenterio, que permitieron que la siembra se hiciera sobre tierra de trincheras, a aquéllos que puedan sentir alivio por su ausencia y a los que nunca le conocieron, los que sí le hemos tenido la enorme suerte de escucharlo y conocerle, debemos recordarles siempre que: "Vamos a hacer con el futuro un canto a la esperanza y poder encontrar tiempos cubiertos con las manos, los rostros y los labios que sueñan libertad" (José Antonio Labordeta).
Este hombre, que marcó con su lucha sentimientos universales en propios y extraños, no ha podido dejar mejor herencia. Adiós maestro, compañero y amigo.