UN año más, y ya van siete, los pacientes que integramos AEAL nos disponemos a salir a la calle hoy 15 de septiembre para decir a todo el mundo que es el Día Mundial del Linfoma.
En los seis Días Mundiales anteriores hemos pintado en las calles, escrito dedicatorias, montado en setway, soltado globos, jugado a los aros, paseado en autobús, guiado Smarts, grabado un anuncio publicitario, informado a la gente en iglesias, centros comerciales o en hospitales y un sin fin de actividades a las que nos han acompañado políticos, jugadores de fútbol, cantantes o actores.
Cada año hemos tratado de inventar algo que capte la atención de la gente porque nosotros, los pacientes, contamos cosas que no gusta escuchar. Nadie quiere oír que tenemos cáncer y mucho menos razonar que esto le puede tocar a cualquiera porque hemos sido educados para triunfar, para competir, para disfrutar o para consumir y esto del cáncer parece que existe sólo en la vida de algunos pobrecillos.
Ese despliegue de medios podía hacerse porque eran otros tiempos, este año la crisis nos pone las cosas más difíciles, pero precisamente nosotros, los pacientes, estamos acostumbrados a afrontar dificultades y también este 15 de septiembre saldremos a informar a todo aquel que quiera escucharnos.
Pero este año salimos preocupados y no precisamente por no poder teñir de fiesta nuestro día, la crisis nos preocupa porque estamos asistiendo a una serie de cambios y recortes en la sanidad que nos hacen estar alerta por si esta situación puede afectarnos, por si en algún lugar nos van a negar alguna prueba necesaria, por si algún paciente no es tratado con la medicación más adecuada, por si se va a retrasar la aprobación de alguno de los nuevos fármacos que ya han demostrado eficacia y se han aprobado en otros países.
A la gente de la calle le diremos que esté alerta a los síntomas, que el linfoma lo puede padecer cualquiera y que hay que acudir al médico, también les contaremos una vez más que hemos pasado por ello y que esto del cáncer, lamentablemente, nos acabará salpicando a todos, en nuestra propia persona o en la de algún ser querido, pero que llegará. Y con optimismo les contaremos que cuando esto ocurra no estarán solos porque otros hemos pasado ya por ello y hemos decidido asociarnos. Cuando algún paciente nos necesite estaremos dispuestos a informarle y, más importante aún, a acompañarle en su enfermedad.
Y mientras discurre la jornada, los que ya somos pacientes, los que estamos organizados para vigilar qué ocurre, nos seguiremos preguntando porqué en una asistencia sanitaria universal para la que hemos estado pagando toda nuestra vida pueden existir desigualdades, es difícil de entender.
Ahora más que nunca tiene sentido que sigamos dedicando nuestro tiempo y esfuerzo de forma altruista a nuestra asociación y que animemos a los otros pacientes a unirse a nosotros, porque tenemos que estar todos dentro para ser más fuertes. Como cuando jugábamos de niños a salvarnos unos a otros con aquel "por mí y por todos mis compañeros"