dios no fue el creador del Universo, sostiene el astrofísico británico Stephen Hawking en su nuevo libro Grand Design. Este científico se atreve a aventurar que el Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física y que debido a la ley de la gravedad, el Universo puede y podría crearse por sí mismo de la nada. La creación espontánea es la razón por la que es redundante el papel de un creador del mismo, apunta Hawking. Así, renuncia a sus opiniones anteriores expresadas en Una breve historia del tiempo, donde sugería que no había incompatibilidad entre la existencia de un Dios creador y la comprensión científica del Universo. Ahora dice que no es necesario invocar a Dios para que el Universo comience a crearse.

Sin ánimo de despreciar las teorías o apreciaciones personales, e incluso cambiantes, de cada cual, sea científico reconocido o ignorante consumado, conviene ser objetivo en estos temas tan transcendentes y reconocer los avances científicos contrastados que apuntan a que todo lo que existe tiene fecha de caducidad, más o menos larga, pero cierta.

Así pues todo lo que existe, sea materia o energía, tiene un final, es decir fecha de caducidad que afecta tanto a los protones, electrones y neutrones, como, por supuesto, a la totalidad del Universo. Y si todo tiene fecha de caducidad, puede deducirse que no sólo todo tuvo un principio en el tiempo, sino que todo acabará desapareciendo, desintegrándose. Este es, nos guste o no, el mundo que se ve a los ojos de la ciencia. La materia y la energía -que desilusión- no son eternas.

Si la materia y la energía no son eternas, entonces ¿a qué nos podemos agarrar para explicar el Universo en el que vivimos? ¿De dónde ha salido todo? ¿De la Nada? ¿Quién se imagina unas leyes físicas flotando en la nada más absoluta?

Hawking debería darse cuenta de que se requiere la existencia de algo o alguien desde siempre para que hoy pueda existir alguna cosa. Por tanto la existencia provisional del Universo puede ser la prueba, tal vez la única, de la existencia de ese ser eterno al que llamamos Dios. Sin Él, nada existiría ni habría existido jamás.

Patxi Aranguren Martiarena