Cada vez es más frecuente, y por tanto menos eficaz, el lanzamiento de globos sonda con el fin de calibrar la reacción del populacho y ver hasta qué punto será electoralmente dañina la aplicación de tal o cual medida. Cuando Zapatero vio que su reinado se tambaleaba llamó a su lado a Pepe Blanco con la esperanza de formar un tándem tipo González-Guerra -que tanto duró y que sin embargo tan mal acabó-. Pero ambos no son sino sucedáneos de aquéllos. No acaban de manejar los tiempos ni le pillan el pulso a la opinión pública, seguramente por lo mucho que la desprecian. Y cuando tú consideras tonto al de enfrente corres el riesgo de que, por muy inteligente que te creas, al final se dé cuenta y, claro, se enfade contigo. Aparecen Bambi y Pepiño sobrepasados por los acontecimientos en demasiadas ocasiones. Y eso es grave teniendo en cuenta que son los gobernantes principales. Juegan de cara a las cámaras a poli bueno y poli malo, pero la serie que protagonizan es casposa a más no poder. Mejor sería que nos pusieran una reposición de El equipo A, Corrupción en Miami o hasta Starsky y Hutch si me apuran. Hace unas semanas, el bueno Zapatero habló de subir los impuestos a las rentas más altas, a los odiados millonarios para entendernos. Pero poco ha tardado el malo Pepe Blanco en clarificar las cosas: los impuestos subirán para todos. Ahora, a ver las reacciones. Si la plebe se rebela, aparecerá ZP para apagar el fuego. Y reprenderá a su lugarteniente con cariño, aunque con firmeza. Y Blanco entornará los ojos en público y sonreirá en la intimidad. Ya saben, va en el cargo.