De no haber acudido los políticos a Loyola y a la parroquia de San Miguel, las homilías de los obispos, Munilla en Gipuzkoa y Asurmendi en Gasteiz habrían pasado desapercibidas o a lo sumo redactadas en un rinconcito en los medios. Por eso resulta tan extraño que ambas intervenciones hayan ocupado titulares importantes y hasta alguna pequeña colleja a ambos prelados por el contenido de sus sermones.
Seamos serios. A todas horas nos recuerdan a los cristianos que tratemos nuestros asuntos dentro de los templos. No otra cosa han hecho nuestros obispos. ¿Entonces?. ¡Ah! es que estaban los políticos; ¿y qué pintaban como tales?: si son creyentes acudan como los demás, y si no lo son, para cuándo dejan su coherencia. ¿Qué pensaban escuchar en ambos templos, alguna obra de teatro, acaso?. Tristemente muchos de ellos son capaces de engañar a cualquiera, mostrando una imagen que no se corresponde con sus valores ni principios, por ver si cae algún votillo entre esos cristianos tan "raros" y "retrógrados", que esos adjetivos y otros muchos más burdos y ofensivos llegan a nuestros oídos.
Alguien me indica que hay que acogerlos con respeto y cariño -por supuesto-, pero también ellos deberán devolver ese mismo respeto. Desgraciadamente son muchas las ocasiones en que hay que llamarles la atención, sí, precisamente a muchos que guardan silencio en museos o teatros, pero que convierten a veces nuestros templos en auténticas plazas de abastos.