relataba Eduardo Mendoza en su novela Sin noticias de Gurb la búsqueda de un extraterrestre que se perdió en la vorágine de Barcelona, aunque bien podía haberse estrellado esta tarde en la plaza de la Virgen Blanca. Su último mensaje cifrado habría sido algo así como "están locos estos vitorianos", enviado justo antes de recibir un corchazo de champán y ser raptado por una cuadrilla que le obligara a participar en una surrealista carrera de sacos y en una suculenta gambada popular bien regada. En su expedición, el alienígena no hallaría ni rastro de esa Vitoria provinciana y pequeño burguesa, de señores y señoras que mantienen la compostura y alardean de la tradición, de arribistas y conspicuos conspiradores del tráfico de la confidencia, de quienes teniendo poco se esmeran en aparentar boato y de quienes atesorando mucho se esfuerzan en esconderlo, de fiscalizadores del prójimo y guardianes de las sacras esencias del vitorianismo, de eternos jeremías y rancios que hacen del siempre ha sido así una religión, de caballeros españoles, falsos y corteses, y demás aborígenes. Todos se travestirán estos días con efluvios de amistad fraternal y durante 126 horas la calle será de la otra Vitoria, la de parias, patas y canallas, trovadores y piratas, de gasteiztarras de casta y de quienes sin ser nativos han hecho de esta ciudad su nuevo mundo. El paraguas de Celedón convertirá esta tarde a Vitoria en una ciudad sin clases. Gurb no dará señales de vida hasta que el día 10 todo vuelva a su ser, pero aún queda mucha mecha por prender. Jai zoriontsuak, Gasteiz!