Los sindicatos que convocaron la jornada de huelga general en Euskadi y Navarra concluyeron su valoración de la movilización social lograda con la calificación de "éxito". Tal afirmación puede parecer más voluntarista que objetiva en función del resultado real en la actividad laboral y social cotidiana. En Álava, el seguimiento fue importante pero desigual; la industria y la construcción fueron los sectores más afectados y hubo que lamentar diversos incidentes, que se saldaron con la detención de dos personas tras la dura intervención de la Ertzaintza. Como ocurriera en otras convocatorias similares, la división de los sindicatos resta capacidad de presión como instrumento de contrapoder al movimiento sindical, además que de que genera desconfianza en la sociedad y, sobre todo, en los trabajadores, que dudan con razón de que la movilización y la huelga -que además tiene un coste salarial-, tenga capacidad real de modificar las decisiones adoptadas por los gobiernos central y autonómicos. Sin olvidar los altos costes humanos, familiares y sociales de una crisis que ha dejado en evidencia tanto la validez real del llamado diálogo social como la falta de eficacia de la confrontación pura y dura. Y ha minorizado la credibilidad sindical entre los trabajadores y sobre todo entre los más de 4,5 millones de desempleados y víctimas de un mercado laboral ineficiente y socialmente injusto. No obstante, ELA, LAB, ESK, STEE-EILAS, Hiru y EHNE, a los que se sumó CGT y CCOO, en convocatoria individual, sí lograron involucrar en sus manifestaciones y discursos a miles de ciudadanos y trabajadores y trasladar la necesidad de protesta civil y defensa democrática ante la política de recortes sociales al Estado de Bienestar y de reformas restrictivas de los derechos laborales que se extiende por Europa. Aun así, si los sindicatos quieren realmente frenar la estrategia del neoliberalismo contra el Estado de bienestar deberían recuperar no sólo la unidad de acción que les asegure una correlación de fuerzas equilibrada, sino un discurso y una actuación que les hagan creíbles ante los ciudadanos como instrumentos con capacidad de incidir en la reforma del actual modelo socioeconómico europeo, de influir en el uso político y económico del autogobierno y de lograr un nuevo equilibrio de control democrático de la economía.