2010 empezó con fuerza y con una buena cadencia, para nuestro eterno tema, quiero decir. En febrero, la izquierda abertzale vinculada a Batasuna hizo su primera declaración en la que, discrepancias aparte, manifestó su apuesta por el cambio, por un proceso democrático, de negociación, acuerdo político y participación popular. En marzo se presentó la Declaración de Bruselas, que nos ha ilusionado porque permite pensar que existen bases sólidas sobre las que colocar un punto final a la violencia y a la injusticia desde el compromiso democrático de quienes siguen pretendiendo hacer política. En abril, nuevamente esta izquierda abertzale ha apostado con algo más de claridad por esas vías democráticas. Mayo ha sido un mes más discreto y junio lleva el mismo camino. Y, por eso seguramente escucho a la gente que empieza a ponerse nerviosa y a preguntarse qué ocurre que no pasa nada, qué pasa que no hay noticias, en qué piensan los unos y los otros, de cuánto tiempo disponemos.

Tenemos prisa, porque tenemos ganas de hablar de otra cosa, de discutir de la reforma laboral, de la respuesta a las crisis, de qué futuro queremos y de cómo nos organizaremos en el futuro. La prisa no es buena consejera, pero sí lo es la exigencia de responsabilidad a quien tiene que actuar: esto y no otra cosa viene a decir la famosa Declaración de Bruselas.

No crea esa izquierda abertzale que ha dado ya todos los pasos imprescindibles, pues aún falta la plena realización de su anunciado compromiso. No crea la izquierda abertzale que ETA va a echarle una mano, la ETA que nos ha sumido en este agujero de dolor y de negrura. Tendrá que ser la política la que hable, sin complejos y con decisión, con seguridad, con asunción de responsabilidades (que son muchas) y sin arrogancia.

No crea tampoco ETA que bastará callar y refugiarse en el silencio como el avestruz. Tendrá que hablar: apartarse del camino y dejar expreso paso a la política o bien seguir en su locura. Pero tendrá que decidir, ahora que ha sido nuevamente interpelada, esta vez también por quienes tenía más cerca y que le suplican les deje actuar para intentar conseguir sus metas de la única manera que hoy es posible: con la fuerza de la palabra y de los votos. ETA debe saber ya muy bien a estas alturas qué tiene que hacer y cómo va a tener que hacerlo: otras fórmulas anteriores no han servido y menos aún van a servir ahora. También esto lo dice la Declaración de Bruselas: un alto el fuego permanente y completamente verificable.

Hay un tercer sujeto o pata para esta operación y también a él se refiere la Declaración. Se espera que el Gobierno responda "debidamente" a la declaración que se exige a ETA, pues sólo así se podrá avanzar, resolver diferencias y alcanzar una paz duradera. También sabemos qué supondría esta respuesta debida del Gobierno, pues ya se pidió en su día, durante la tregua de 2006: bastará, de momento, con situarse en los cauces de un Estado de Derecho sin legislación excepcional ni aplicación excepcional de la misma y con respeto a todos los derechos humanos.

Fácil, ¿verdad? Cada cual sabe lo que tiene que hacer, cómo y cuándo tiene que hacerlo; todo está escrito, todo está medido y cada paso tiene fecha, pero yo no la sé. Bastará que se cumpla lo previsto para cada hoja del calendario. Por el momento, no hay noticias, por lo que son buenas noticias. Pero no olvidemos insistir y exigir: sin prisa pero sin pausa, cada cual en su puesto recordando lo esencial, o sea, que queremos ver el final, la paz duradera, en palabras de la Declaración de Bruselas.