EN la presentación del acuerdo "táctico-estratégico" entre EA y la izquierda abertzale ilegalizada, junto a la asunción de las vías únicamente políticas, pacíficas y democráticas y el compromiso con los Principios Mitchell, se permite aún un indefinido silencio respecto a la reacción ante un no deseado reinicio de las acciones violentas por parte de ETA. Y dicho silencio, aunque matizado por reflexiones, públicas y privadas, de dirigentes de EA y de la misma izquierda abertzale, como Pello Urizar o Txelui Moreno, sitúa al proceso en una suerte de ambigüedad que limita y ralentiza su recorrido y, al mismo tiempo, faculta al Estado y a los partidos que lo representan bien a mantener una postura intransigente, como la del PP, bien a un forzado reparto de posturas entre determinados miembros del Partido Socialista y del Gobierno. La propia sociedad vasca -que ya vivió aquel luego incumplido acuerdo de 1999 por el que Batasuna se comprometía con EA y PNV en una "apuesta inequívoca por las vías exclusivamente políticas y democráticas" que abogaba "por la desaparición plena de todas las acciones y manifestaciones de violencia"- recibe con al menos cierta frialdad el giro que paulatinamente se adivina en la izquierda abertzale. Quizá porque entiende que en esa calculada -o utilitaria- ambigüedad de las dos partes no se prima precisamente, o sólo, el interés y el deseo, ampliamente mayoritarios, de la propia sociedad vasca; y porque teme que otras prioridades mediaticen e incluso lleguen a impedir de nuevo que fructifique una esperanza demasiadas veces truncada. Sin embargo, ni unos ni otros pueden obviar que ese silencio que permite ralentizar y/o evitar el paso definitivo pero también la duplicidad de opiniones con que éste se recibe tienen fecha de caducidad, como el propio Brian Currin advirtió tras hacer pública la Declaración de Bruselas. A la izquierda abertzale cada vez le será más difícil mantenerse -y mantener a EA- en la incertidumbre sin que ETA haga pública su decisión, y el Estado -o los partidos y gobiernos que lo representan- no pondrán seguir haciendo equilibrios si esa decisión, o la de la izquierda abertzale, llega a ser explícita. Antes que después, ambas partes deben responder a lo que la sociedad vasca exige. Claramente.
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