La victoria del partido nacionalista de Flandes Nueva Alianza Flamenca en Bélgica abre un nuevo periodo político de cambios en un país clave en la construcción del entramado europeo -de hecho, Bruselas es la capital simbólica de Europa-, y cuando le corresponde tomar el relevo al Estado español en la presidencia de la UE el 1 de julio. La actitud constructiva del líder nacionalista flamenco tras conocer su victoria abre la vía a la posibilidad defendida por Bart de Wever de consensuar una separación de seda, una evolución del actual modelo federal belga hacia la independencia y la confederación de dos estados en pie de igualdad con Bruselas, la joya histórica de los flamencos, como capital. Las negociaciones no parecen fáciles, pero De Wever ya ha lanzado una invitación de negociación al líder de los socialistas francófonos de Valonia, Elio di Rupo -los socialistas han sido la fuerza más votada entre los valones y la segunda entre los flamencos-, que éste ha aceptado. De hecho, las urgencias de la crisis económica y política que arrastra Bélgica podría facilitar el diálogo para la reforma de las estructuras del actual Estado y la llegada del socialista Di Rupo al Gobierno. Independientemente de lo que ocurra, Bélgica ha asumido con normalidad el triunfo de los nacionalistas y republicanos flamencos, con una tranquilidad institucional y mediática que resulta impensable en el Estado español y basta recordar la reacción a las propuestas de reformas estatutarias de la CAV o Cataluña. De hecho, los medios de comunicación flamencos y valones apuntaban las posibilidades de negociación y de acuerdos, mientras los medios de Madrid recurrían a la manida expresión de desafío a la unidad de Bélgica, que parece preocuparles más que a los propios belgas. Con la misma normalidad democrática que Gran Bretaña recibió el triunfo del Partido Nacionalista Escocés y su pretensión de practicar el derecho a decidir mediante una consulta su modelo de relaciones políticas e institucionales. Y también ha servido para volver a poner de manifiesto que en este siglo es la voluntad libre y democrática de los ciudadanos la garantía de obtener logros legítimos, reconocimiento social y político y aval internacional como contraposición al inútil y antidemocrático uso de la violencia o al anquilosamiento ideológico de la ineficaz confrontación permanente.
- Multimedia
- Servicios
- Participación