QUIENES opinamos que algo tan sutil, frágil y delicado como es la democracia no puede abandonarse a su suerte en las torpes e inexpertas manos del pueblo poco acostumbrado a conducirse con responsabilidad, procedimiento propio de populistas y demagogos para hacerse con la voluntad de la gente que les sigue cual flautistas de Hamelin en cuanto pronuncian discursos repletos de libertad, justicia, solidaridad y paz, en principio habríamos de recibir con alborozo la existencia de iniciativas serias y decididas a salvaguardarla, custodiarla, o si se prefiere tutelarla, como por ejemplo, la reunión en Sitges a instancias del controvertido Club Bilderberg, por cuanto sus foros recrean en justicia todas y cada una de las condiciones indispensables para que el ideal democrático pueda materializarse con plenitud y solvencia, a saber, que en su seno sólo intervengan personas libres y capaces como han demostrado ser los auténticos amos del mundo para poder debatir en pie de igualdad, sin necesidad de realizar continuos guiños a la galería ni más pactos que aquellos que convenga respetar en cada momento, abordando los asuntos verdaderamente importantes que atañen a todos, cuyas conclusiones acaban siendo compartidas, respetadas y ejecutadas de inmediato por los asistentes, toda vez se han dirimido suficientemente los detalles entre quienes tienen voz y voto en tan prestigioso Parlamento natural, por la banca, mercados, multinacionales y gobiernos, de forma rápida y eficaz, como corresponde a un organigrama aristocrático donde las decisiones se comunican desde arriba y se cumplen sin chistar por los de abajo en plena armonía social sin las indeseables interferencias ideológicas que dilatan en la política, la inteligente toma de decisiones.

No obstante, tenemos la obligación de pronunciar nuestra reserva respecto a un detalle concerniente al modo en cómo se lleva a cabo esta maniobra pastoril del ganado humano, pues en todo, es muy importante cuidar las formas, porque se corre el riesgo de que el rebaño, con tanta publicidad y ocultismo mediático simultáneo, acabe por fabular más de la cuenta generando una permanente conspiranoia que le incapacite posteriormente para acatar las órdenes transmitidas con la debida confianza en sus guías, si anda sospechando que éstos no son otra cosa que una manada de lobos disfrazados de corderos o la patita embadurnada de harina.

Estoy muy decepcionado con la deriva de este otrora selecto club que, por un lado, deja traslucir la lista de sus invitados, los espacios y tiempos en que transcurren sus ya famosas reuniones, mientras por otra, continúa haciendo gala de mantener oculto el contenido programático de las mismas. Si esta irresponsable forma de hacer las cosas es debida a la profesionalidad de los periodistas de investigación que sacan a la luz todos sus movimientos, lo adecuado sería dar por terminado el asunto y montar otra estructura mientras dure; si lo que sucede es que se han relajado los requisitos para dar el plácet a todo mandatario dominguero que alcanza por vías electorales un sillón de gerente estatal, pues que se vuelva a los orígenes, que quien se acuesta con niños? Ahora bien, si lo que sucede es que este club venido a menos mantiene su nombre para desviar la atención, de la estructura paralela, todavía, pero con cautela.

Sea cual sea la realidad que rodea a este turbio asunto, no conviene que los capataces políticos y gerentes estatales, elegidos democráticamente por el pueblo, asistan a estos foros elitistas, por lo antes advertido, de que las ovejas empiecen a percibirles como contrarios a sus intereses y dejen de pastar balando confiadas en el prado de la globalización. Incluso podrían los muy cabritos quejarse de qué hacen allí los representantes democráticos del pueblo, baza que no se les puede conceder por cuanto la tienen ganada por la mano, y no están las cosas, como para regalar la razón a quienes disfrutan esperando a que se les alimente y dé cobijo en el corral como procede con los animales domésticos a cambio de su fuerza de trabajo y producción, con total sumisión. ¡No la merecen!

Jefes de Estado, presidentes de Gobierno, primeros ministros y cualquier mandatario debidamente electo por el pueblo soberano habría de abstenerse de acudir a reuniones secretas, elitistas, y antidemocráticas, por cuanto siendo como son nuestros teóricos representantes, están facultados para representarnos, si y sólo si acuden a foros e instituciones de carácter abierto y democrático y sometidos a los preceptivos controles político-mediáticos que, aunque corruptos hasta la médula, todavía mantienen sin infectar el cerebro. Además, sucede que si bien se les ha cursado la invitación en calidad del cargo que ostentan y al que han llegado por vías democráticas a diferencia de banqueros, empresarios, traficantes de armas, y demás asistentes a dichas conferencias? como es sabido, el resto no estamos en absoluto invitados, ni se nos espera. Claro que eso era antes, cuando las cosas se sabían hacer, y se pasaba del todo desapercibidos.