Nuestra especie está creando un gran desierto artificial de alcance global, cuyo descontrolado avance por el planeta tiñe de negro espacios antaño cubiertos de vida verde. Es el gran desierto asfáltico que se extiende con sus miles de ramificaciones y millones de kilómetros por los cinco continentes y engulle en su implacable avance bosques, zonas de cultivo, espacios salvajes y daña y ennegrece los pulmones mismos del planeta.
El color verde de la esperanza deja paso entonces al negro estricto del luto. Este terrible desierto que se esparce como un cáncer con metástasis global debe ser controlado, pues no sólo arrebata espacios naturales e impide la producción de oxígeno y alimentos, sino que a su vez permite a millones de vehículos transitar por él y evacuar sus negros humos que ahogan y calientan el planeta.