hojeas la prensa una mañana mientras te tomas un café y lees distraídamente: hombre joven de menos de 30 años, sin experiencia laboral ni formación cualificada previa, trabajo temporal como peón en la construcción o en alguna empresa del metal... No es un anuncio por palabras, sino la descripción del perfil de mayor probabilidad de sufrir un accidente laboral, esa lacra social que nos sitúa en los puestos de cabeza de las estadísticas de la Unión Europea.
Pero quienes no respondemos a estas características no sólo debemos sentir solidaridad con ellos. La manipulación inadecuada de cargas, las malas posturas, los movimientos repetitivos, los tóxicos, el ruido... y cada vez más el estrés laboral o el acoso nos llevan a cualquier trabajador o trabajadora a gran variedad de enfermedades y trastornos, físicos, psíquicos o del comportamiento. Y lo mejor y lo peor de todo esto es que puede ser evitable en buena medida a través de una auténtica cultura social de prevención. No estamos hablando sólo de una serie de conocimientos, sino de la interiorización de actitudes y hábitos cotidianos que conforman otra forma de vivir.
Los responsables del fracaso de la prevención son, sin duda, las administraciones central y autonómicas, que no ponen ni interés ni medios necesarios para que las empresas cumplan la legislación vigente, la dirección de las empresas que se preocupan más del papeleo legal que de su aplicación en la realidad diaria, los jueces que culpabilizan a la víctima, la precariedad laboral, la desprotección social que viven ciertos colectivos...
Pero si queremos lograr que la prevención sea una realidad debemos abrir otro frente de acción. La formación en cultura preventiva no debe confundirse en exclusiva con la formación de trabajadores. Es la escuela el lugar donde se debe intervenir por primera vez sobre cualquier ciudadano de una manera planificada y sistemática. Ya desde la enseñanza primaria se deberían contemplar en las diferentes áreas, conceptos y enseñanzas específicas sobre seguridad y prevención, tal y como se hace en otros países de nuestro entorno, y con más fuerza en la etapa de 12-13 años, básica en el definitivo desarrollo psicomotriz.
Si conseguimos sembrar esta semilla en nuestro alumnado, habremos facilitado que en su futuro laboral asuman las medidas de autoprotección sin necesidad de imposiciones externas. Sabrán identificar y comunicar o denunciar los riesgos no controlados y exigir las medidas de prevención antes de que suceda el accidente evitable o los efectos perniciosos para su salud.
Pero el Departamento vasco de Educación no da ninguna muestra de ir por este camino. La cultura de la prevención no está entre sus objetivos y además dirige un comité de prevención absolutamente inoperante.
Aprovechando que hoy se celebra el Día Internacional de la Seguridad y la Salud Laboral, es un buen momento para seguir reivindicando nuestros derechos como trabajadores y trabajadoras y, por otro lado, incidir en el aula. Y mientras la administración educativa no asume sus responsabilidades, los profesionales de la enseñanza tendremos que seguir rellenando lagunas. En STEE-EILAS hemos elaborado una unidad didáctica que ponemos a disposición en nuestra página web.
Afrika Jiménez e Iñaki Redin
STEE-EILAS