lleva más de un mes acaparando primeras páginas. La secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, lo califica como "uno de los más repugnantes que existen", algo que los creyentes aceptamos, dada la gravedad de los delitos implicados a un número indeterminado de sacerdotes católicos. Hablo de pederastas, abusadores de niños a lo largo de años y diversos países, algo que ha caído entre nosotros como un verdadero desastre.
Cuesta aceptar que en nuestra Iglesia Católica aparezcan horrendos pecados a manos de quienes entendemos debieran ser referentes de honestidad, a pesar de ser conscientes que dicha institución fue creada personalmente por el mismo Jesús, y dejada en manos pecadoras, que no otra cosa somos cualquier, y recalco lo de cualquier colectivo humano.
En nuestro seno, por tanto, se producen todo tipo de actitudes, santas unas e impresentables o delictivas otras. ¿Cuál ha de ser nuestra respuesta? En primer lugar, aceptar los hechos como aberraciones monstruosas y tratar de reaccionar colectivamente, intentando asumir la parte de culpa, solidariamente con unos hermanos que necesitan de Cristo, misericordia y perdón; al mismo tiempo, pedir perdón a las víctimas y sus familias intentando contribuir a cerrar, o cuando menos, suavizar sus heridas. Como quiera que quienes denuncian los delitos exigen imperiosamente a la Iglesia responsabilidades legales, siempre que pueda manejar pruebas suficientes, sensu contrario, tampoco estaría de más que se nos admitiesen argumentaciones morales, que tantas veces se nos rechazan con la coletilla de que esas cosas "las tratemos dentro de nuestros templos". Todo acusado debe tener derecho a una defensa justa, gozando al mismo tiempo de su presunción de inocencia.
De puertas adentro los cristianos, para el perdón de nuestras culpas, apelamos a la misericordia divina como instancia suprema, y a efectos civiles a la justicia humana, en la que la misericordia brilla por su ausencia, virtud sin la cual jamás la humanidad superará ningún conflicto ni restablecerá la solidaria y necesaria paz. Por todo ello sólo nos queda orar a Dios por todos y ayudar a quienes sufren por nuestra causa con actos plenos de caridad. El resto lo dejamos en sus manos en la seguridad de que siempre seremos consolados.
Ahora, no estaría de más que la parte acusadora nos informara de qué respuesta positiva para todos, está dispuesta a poner en práctica, porque acusar y pedir cuentas no creo sea suficiente. La acusación se encuentra en ventaja, tomando en todo momento la iniciativa "¿para buscar la verdad o simplemente acabar con la Iglesia?" (Juan María Laboa).
Andoni Pérez Cuadrado
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