HAY dialécticas que en política parecen recurrentes. Gobierno y PP están repitiendo ahora con la crisis económica las posturas y actuaciones que en la legislatura anterior protagonizaron en torno al tema de la negociación con ETA. El guión en ambos casos resulta parecido, aunque es de esperar, por el bien de los ciudadanos, que el final no se repita. La búsqueda de una salida negociada a un conflicto violento con más de medio siglo de existencia y el cómo abordar una de las crisis económicas más profundas que se recuerdan son dos temas que bien merecerían una altura de miras por parte de los dos principales partidos, aunque ambas formaciones, cuando se han alternado a lo largo de los años en el Gobierno, han primado siempre más la "razón de Estado" en negativo que la visión de Estado en sentido positivo. Los retos y los asuntos no son comparables, pero sí los comportamientos y, posiblemente, los resultados. Cuando se busca la rentabilidad electoral y mediática por encima del interés general, es la ciudadanía quien acaba pagando los errores de sus representantes. El Gobierno de Zapatero se equivocó al retrasar el diagnóstico de la crisis para evitar interferencias en las urnas. Luego ha acumulado una de cal y otra de arena en las diferentes medidas que ha ido planteando para afrontar una recesión en cualquier caso difícil de gestionar por su raíz global. Las improvisaciones y rectificaciones no suelen ser una buena táctica política y en tiempos de crisis acrecientan la incertidumbre social y económica. El único camino son grandes acuerdos de fondo sobre principios mínimos. Sin embargo, la apuesta por el pacto de los últimos días suena más a retórica que a real, sabiendo que el PP va a rechazar sus propuestas, ya que, de nuevo, este partido está enrocado en una postura inmovilista del "no" buscando que la crisis desgaste al Ejecutivo de cara al asalto a la Moncloa. La pugna electoral parece que se disputa entre un mal gobierno y una oposición que no es alternativa; entre un líder gastado y un candidato que se mueve en la frustración. Será posiblemente el discurrir de resortes macroeconómicos más allá de las fronteras del Estado el que decida el resultado de este mano a mano.
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