el documento de ETA publicado el pasado 17 de enero dio lugar, como es habitual, a una cascada de reacciones. Entre ellas se distinguieron, como también es corriente, los exégetas, aquellos que se esfuerzan en decirnos lo que ETA ha querido decir, lo que la Organización desea realmente manifestar. Lo cierto es, y así se ha evidenciado tantas veces, que ETA dice en sus grandilocuentes comunicados exactamente lo que pretende decir y calla u omite aquello que desea mantener oculto.
En este último comunicado, dos aspectos han centrado el interés de los observadores. El primero, sin duda, la afirmación de que "nuestra mayor fuerza está en la lucha política". El segundo, la referencia indirecta a la declaración de Alsasua, donde la izquierda abertzale afirmó apostar por la política y asumió por primera vez los principios Mitchell. Recordemos que los principios que llevan el nombre del senador norteamericano que medió en el conflicto de Irlanda del Norte tienen ya 14 años y explicitan las bases de la resolución del conflicto: uso exclusivo de medios pacíficos y democráticos, renuncia explícita al uso de la fuerza o de su amenaza, rechazo a su utilización por otros agentes, desarme verificable de los grupos armados y diálogo multipartito para alcanzar acuerdos entre las diversas sensibilidades políticas. Los principios Mitchell sirvieron en Irlanda para verificar la sinceridad de la disociación de los republicanos respecto a la violencia, a pesar de la dosificación estratégica del desarme, de la persistencia de la amenaza de la fuerza, de las manipulaciones de que fueron objeto. Pero esa es otra historia.
En Euskadi la izquierda abertzale no se había comprometido con estos principios y su invocación en Alsasua abría una esperanza, que el comunicado de ETA se ha encargado, una vez más, de frustrar. Porque la organización terrorista omite en su comunicado cualquier mención a los principios y deja sin respuesta la demanda de la izquierda abertzale oficial, que reclamaba en Alsasua el respaldo a una estrategia exclusivamente política.
Los que han visto signos positivos en el comunicado se han aferrado a la proposición, "que ni ETA ni ninguna formación política puede resolver los problemas del pueblo". Es decir, ETA admitiría el pluralismo político. Pero se han olvidado de su corolario: la exigencia de incluir ETA, herria zurekin en la configuración del pueblo organizado (nación organizada, en la nueva nomenclatura del documento atribuido a la misma ETA Hacia la estrategia independentista de una nación organizada, redactado con motivo de su 50 aniversario), como parte del sujeto político que representará a la izquierda abertzale. Ello significa que ETA va a jugar un papel transcendente en la dirección política de esta nueva fase, a la que va a recibir con un parón en la lucha armada, con un periodo de seguimiento de seis meses. Es decir, ni desaparición, ni retirada del plano político, ni renuncia a la violencia.
ETA pretende, en suma, que el conjunto de la izquierda abertzale continúe apoyando la estrategia político-militar a cambio, únicamente, del reconocimiento de la primacía -en la fase actual- de la acción política sobre la militar, una cierta discreción en la acción terrorista y sometido todo ello a la permanente evaluación de la Organización que se reserva, por supuesto, la potestad de decidir cuándo ha de finalizar el experimento.
Hay quienes se aferran a la esperanza de que una izquierda abertzale haciendo política y una ETA (casi) inactiva durante un periodo prolongado creen las condiciones para dejar atrás definitivamente el azote terrorista y se ofrecen voluntarios para propiciar un escenario de este tipo, aun sin renuncia de ETA. Las intenciones pueden ser admirables, pero el resultado no depende de las mismas y, además, olvidan el papel tutelar y garante del proceso que ETA se arroga y al que no está dispuesto a renunciar.
Por ello, el comunicado de ETA ha decepcionado al conjunto de la sociedad, e incluso a la izquierda abertzale política. No alcanza las necesidades y expectativas de un sector político que, por convicción o por necesidad, cree necesario desprenderse del lastre de la lucha armada. Quizá por ello la izquierda abertzale política ha tardado una semana en valorar, en una breve nota, que el comunicado "va en la misma dirección" que el debate que se está desarrollando en su seno. Como vemos, se trata de una reacción de un entusiasmo glacial.
Al mismo tiempo, el comunicado puede conllevar ralentizar la cristalización del llamado polo soberanista, la confluencia política y electoral de la izquierda abertzale y EA, que quiere constituirse en contrapunto del polo constitucionalista a fin de atizar la confrontación y establecer la bipolaridad que arrumbe y adelgace lo que, hasta ahora, ha sido el cauce central de esta sociedad: un nacionalismo integrador, institucional y popular. EA, en este viaje, hace ya suyo el relato de la izquierda abertzale y se traslada, simbólica y políticamente, al campo de los adversarios del sistema, renegando de unas instituciones y abandonando unos valores que constituyen el resultado del esfuerzo y el compromiso de generaciones de abertzales.
Por ello, los abertzales que nos reclamamos del nacionalismo histórico de vocación institucional, herederos de Agirre, Irujo y Landaburu, no queremos ni podemos aceptarlo. Proponemos y nos proponemos contribuir a articular el cauce central del nacionalismo, renovar la participación popular y la acción política nacionalista, construir la nación vasca sobre la adhesión de los ciudadanos y lograr un país libre y plenamente autogobernado.
por Eneko Oregi Goñi, *Vicepresidente de Hamaikabat