CONCLUYE 2009, un año para olvidar para muchas personas, para muchos alaveses. Aunque la crisis económica llegó con cierto retraso a Euskadi y aunque asumamos que su embate ha sido menos brutal en el ámbito del empleo -por la conocida menor dependencia de la economía vasca respecto del ladrillo-, lo cierto es que ningún sector económico ha podido escapar a la recesión y, en consecuencia, la enorme caída de demanda y la consecuente bajada de la producción han devenido, en el mejor de los casos, en sucesiones de ERE de suspensión. Pero ésa es sólo la parte menos dramática de una situación ya de por sí complicada. En el extremo de ese fino hilo del empleo están aquéllos a quienes la crisis dejó sin trabajo y las cifras lo dejan claro: la tasa de paro en Vitoria alcanza el 12%, cifra récord en la última década. En un año, el número de personas sin trabajo se ha incrementado un 62%, datos que no difieren de nuestro entorno pero que esconden dramas personales que no hay que desatender bajo la tentación de la frialdad de los números. Nombres propios de la economía y las finanzas alavesas señalaban este fin de semana en este periódico que la apuesta por la competitividad es la clave y el reto que hay que afrontar el próximo año. Fomentar la internacionalización -como un vehículo para embarcarse en la recuperación iniciada por otros países- y la traída y llevada I+D+i son las tareas pendientes que el mundo empresarial -acompañado por la Administración- se debe imponer para 2010, sostienen. Pero hay otro punto, señalan: la formación de los trabajadores, algo en la que la Administración también tiene mucho que decir. En relación a los datos de Vitoria, tres cada cuatro personas desempleadas tienen un nivel de estudios de ESO o inferior y el grupo de trabajadores sin cualificación forma el segmento más numeroso. Todo esto debe provocar una doble reflexión. En primer lugar, la apuesta por la formación es una apuesta por la competitividad y el valor añadido. En segundo, son los colectivos más débiles de la sociedad los que integran en buena parte esos segmentos peor formados y, por tanto, más azotados por el paro, ahondando en consecuencia en su situación de exclusión. Otro motivo de reflexión y otro argumento para decidirse a actuar, ahora que llegan los propósitos del nuevo año.