El monopolio de la actividad política está en manos de los profesionales del ramo que aun perteneciendo a distintas marcas y departamentos comerciales, trabajan todos para la misma compañía: El Partido.
Sus distintas secciones llámense comunista, socialista, popular, nacionalista, etc, siempre prometen hacer esto y aquello, pero todos lo harán al mismo precio y a cargo del contribuyente, nunca se aventuran a bajar sus nóminas, jamás renuncian a percibir dietas, ni por equivocación olvidan solicitar subvenciones, siempre en coche oficial, despacho oficial, casa oficial, y por el contrario, no experimentan el paro, la congelación de salario, los contratos basura, la precariedad, el riesgo laboral, la reducción de plantilla, los despidos libres, los ERE, la reducción del margen de beneficios, el cierre por deudas, los embargos y desahucios bancarios, y cuantos males aquejan al resto a quienes todavía tienen la desfachatez de saquearnos nuestros ahorros, para encima decirse nuestros representantes. Este proceder del todo contrario al mercado liberal y a las leyes que rigen la competencia de la oferta y la demanda, comportan graves perjuicios para los consumidores y la propia democracia, daños que se traducen en continuas subidas de impuestos, cuando no la creación de nuevas tasas que por supuesto sólo inciden en el resto de la ciudadanía, sea sobre el consumo, sobre la propiedad, en lo deportivo, en el mundo empresarial, el pequeño comercio, la cultura, y hasta en el ámbito religioso, donde la pobre Iglesia, hace el papel de pagana del IVA, cuidándose muy mucho de gravar su realidad de modo específico.
Pero como quiera que la política se ha revelado como un medio formidable para generar riqueza a manos rotas y bolsillos llenos, en un sector espabilado de la población, lo suyo sería que se aplicara un impuesto sobre la actividad política IAP, como se hace con la actividad económica IAE o sobre los bienes e inmuebles IBI, o el valor añadido IVA… y se tratase a sus distintas empresas políticas con el mismo celo y supervisión con que se vigila al pequeño comercio, la pequeña hostelería a cualquier autónomo, y a toda PYME que aparezca.
Claro que hasta ahora, los impuestos sólo se han aplicado con rigor y sin miramientos a la clase trabajadora, y a la clase emprendedora, lo que vulgarmente se conoce como "la clase media" todos personas de bien, sacrificadas por salir adelante con sus propios recursos, y no sé si será posible la aplicación del IAP a un sector social tan inútil generador de problemas y depredador de riqueza ajena, como la clase política, que sólo sabe vivir a costa de los demás.