EN Vitoria, a veces, llueve. También nieva, sobre todo en invierno, que es cuando suele hacer frío. Y en ocasiones, como ayer, ocurren ambos fenómenos meteorológicos a lo largo de un mismo día. Es entonces cuando un extraño mecanismo mental se pone en funcionamiento en centenares de cerebros. Varias neuronas se conectan entre sí, comparten impresiones y llegan a una conclusión: hay que coger el coche porque agua cae del cielo. A esta sin par deducción llegan también otras muchas personas en diferentes ciudades, pero, eso sí, ninguna como la nuestra cuando se trata de llenar el asfalto de vehículos: somos los campeones. Quizás el Ayuntamiento, además de intentar que sus ciudadanos se acostumbren a utilizar más el transporte público, debería lanzar una campaña de refuerzo con un claro mensaje: los autobuses que recorren las nuevas líneas, como los que cubrían las antiguas, no son descapotables. Si montas, no te mojas, podría ser la frase publicitaria. Cabría también recordar a quienes se agarran al volante cuando caen cuatro gotas que conducir bajo los efectos de un chaparrón aumenta notablemente la capacidad deslizante del vehículo, lo cual quiere decir que existen más posibilidades de tener que buscar en la guantera el parte de accidentes, antes, mientras o después de la inevitable discusión a gritos con el conductor que mira abrumado su parachoques abollado. En fin, que con un paraguas o un chubasquero se puede recorrer la misma distancia de todos los días sin necesidad de añadir un coche más a las calles. Ánimo, que sólo es agua.