Gracias a estos descubrimientos hoy en día tenemos una extraordinaria visión de cómo fueron las ciudades romanas en el ámbito vascón. Visitar Santa Criz resulta un excelente complemento a otros enclaves como Andelos en Mendigorría (Navarra), Cara en Santacara (Navarra) y Los Bañales en Uncastillo (Zaragoza). Además, Santa Criz es un pretexto perfecto para explorar otros restos romanos de gran valor en las cercanías, como la villa romana de Liédena y los edificios remanentes de la antigua ciudad de los Iluberitani en Lumbier.
Guía práctica
Visitas: Los sábados y los domingos a las 11 de la mañana, el yacimiento ofrece visitas guiadas a cargo de investigadores de la Universidad de Navarra. Por su parte, la exposición Santa Criz de Eslava, reflejos de Roma en territorio vascón se encuentra ubicada en el antiguo trujal de Eslava. Esta muestra presenta una selección de los materiales más destacados descubiertos en las excavaciones.
Entradas: El yacimiento tiene un precio de 5 euros por persona y una duración aproximada de 75 minutos. La exposición, 3 euros y una duración de 30 minutos. Se puede comprar una entrada para el yacimiento y exposición por 6,5 euros.
Teléfono de información: 680 131 807 (De lunes a viernes de 9:30h a 16h).
El descubrimiento de Santa Criz tuvo lugar en 1917 gracias al sacerdote Juan Castrillo. A partir de mediados de la década de 1990 ha sido objeto de excavaciones arqueológicas ininterrumpidas. En la actualidad, gracias a un convenio de colaboración entre el Ayuntamiento de Eslava y la Universidad de Navarra, se organizan visitas guiadas para grupos y también diversos eventos que buscan revivir la grandeza de esta auténtica muestra de la Roma antigua en territorio vascón.
El castro vascón
Alrededor del año 195 a.C., los ejércitos romanos, que ya se movían con libertad por el norte de la península, entraron en contacto con un castro de estilo vascón situado en lo alto de un empinado cerro conocido hoy como Santa Criz. Estratégicamente ubicado en las orillas del río Indusi, este asentamiento tenía un dominio excepcional sobre la Val de Aibar y el valle del río Aragón. El tamaño del asentamiento se duplicó durante la época romana, alcanzando aproximadamente trece hectáreas. Contaba con una fortificación que aprovechaba los afloramientos rocosos en la parte oriental del cerro y una robusta muralla construida con mampostería.
La cercanía de la Fuente del Moro y el barranco de Pisaldea aseguraban el suministro de agua, mientras que el valle del Aragón permitía las comunicaciones con los Pirineos y el valle del Ebro. Las inscripciones votivas y funerarias encontradas en las localidades cercanas de Ujué y Lerga, haciendo referencia al dios Lacubegi y a los nombres propios Abisunharis y Narhungesi, sugieren la presencia de una población vascona en el mencionado castro.
Sin embargo, investigaciones recientes han revelado la diversidad general que caracterizaba a los antiguos vascones en términos lingüísticos, étnicos y culturales. Estos pobladores eran tributarios de la capital conventual de Caesar Augusta (Zaragoza) desde la época de Augusto. El nombre de la ciudad, conocida desde hace tiempo con el enigmático hagiotopónimo de Santa Criz, aún es desconocido con certeza. Se ha planteado la posibilidad de que fuera Nemanturista o Biturís, ambas mencionadas por Ptolomeo como ciudades atribuidas a los vascones en el siglo II d.C. Lamentablemente, ambas hipótesis aún no pueden ser confirmadas.
El foro imperial
Al igual que en otras ciudades de la zona, como Iluberis en Lumbier o la ubicada en Fillera de Sos del Rey Católico (Zaragoza)/Sangüesa, fue el ascenso al trono del emperador Augusto lo que transformó la apariencia de Santa Criz. Esta urbe no solo abandonó su posición en lo alto, sino que se dirigió hacia el sur, hacia el valle, cerca de las estribaciones de la sierra de Zaldinaga.
La ubicación estratégica de la ciudad, en la ruta conocida como Iacca (Jaca) - Vareia (Logroño), permitió que durante esta expansión, la arquitectura y la planificación urbana adoptaran claramente un estilo romano. En ese momento crucial, se construyó el foro, la principal estructura pública, que consistía en una amplia plaza construida en una terraza del cerro y una serie de estructuras de dos niveles en forma de criptopórtico.
Este conjunto arquitectónico representa un extraordinario ejemplo de la arquitectura pública romana en la región. En la parte sur de la plaza se encontraba la basílica, un edificio administrativo y judicial de dos naves, ricamente decorado con columnas y numerosos capiteles. Sin embargo, estaba construido sobre una subestructura de criptopórtico a un nivel inferior.
Lo excavado en esta zona representa solo un tercio del total de la plaza, que en su apogeo mostraba con orgullo su arquitectura a los viajeros que transitaban por la mencionada ruta.
En el exterior del criptopórtico, en diferentes etapas, se añadieron una serie de espacios o locales que posiblemente funcionaban como tabernae (establecimientos especializados en el consumo de vino y comida). En los extremos, dos pasillos permitían el acceso a la parte superior, una plaza al aire libre del foro.
Este edificio estuvo en uso desde finales del siglo I a.C. hasta principios del siglo III d.C. y ha proporcionado una notable colección de elementos decorativos, como basas, capiteles y fustes de diferentes estilos, así como estatuas de mármol.
Estas piezas, junto con algunas inscripciones, evidencian el temprano florecimiento de la ciuitas (ciudad) y la participación de la élite local, representada por familias como los Valerii, Cornelii y posiblemente los Calpurnii, todas bien documentadas en el amplio repertorio de inscripciones encontradas en Santa Criz.
La necrópolis cívica
La necrópolis, como un espejo y un reflejo de la vida en la ciudad, resume de manera representativa la evolución cronológica de la ciuitas de Santa Criz. Esta urbe, que existía como un oppidum prerromano desde los siglos V-IV a.C., adoptaría una apariencia cívica en el cambio de era y posiblemente obtuvo el estatuto municipal a fines del siglo I d.C., durante el reinado del emperador Vespasiano.
Los restos conservados de la necrópolis, ubicada al sur de la ciudad y separada del núcleo urbano, evocan la riqueza y los nombres de los protagonistas de esta historia apasionante y llena de vicisitudes, como los Calpurnii, Aemilia Vafra y Picula, entre otros. Excavada a fines del siglo pasado, en los años 90, y ocupando una superficie de más de dos mil metros cuadrados, la necrópolis se desarrolla a lo largo de una via sepulchralis (camino sepulcral) y presenta una variedad de tumbas, desde magníficos monumentos de carácter dinástico adornados con estatuas y decoración diversa, hasta fosas, sepulturas al aire libre, estelas y altares exentos.
Después de dos mil años en su lugar original, aún impresionan los grandes monumenta, con un basamento central de arenisca y los dos laterales construidos en mampostería, que portaban inscripciones que mostraban el estatus y el poder de las familias o individuos a los que pertenecían.
El descubrimiento en la zona de numerosos modillones ornamentales en piedra, decorados con motivos vegetales y astrales, sugiere que los altares monumentales con puluini fueron el tipo de sepulcro más exitoso en el área.
Los hallazgos de ofrendas y ajuares en las tumbas, todas ellas de incineración, que incluyen semillas, fragmentos cerámicos, dados y otros objetos de uso cotidiano, nos permiten recrear las costumbres funerarias desde los siglos I hasta IV d.C., período durante el cual este espacio estuvo en uso. Además, el intenso poblamiento rural registrado en la zona durante la época romana, con villas de explotación agropecuaria y aldeas, también han legado restos de inscripciones y monumentos dinásticos similares a los que se pueden observar hoy en la necrópolis de Santa Criz. Este cementerio es prácticamente el único conservado in situ en la región romana de Navarra, tanto en la propia Eslava como en la localidad vecina de Gallipienzo.
Qué visitar en Eslava
Eslava, con una población de 154 habitantes, alberga varios monumentos de notable interés cultural. El primero de ellos es la iglesia de San Miguel, un templo de origen medieval que data aproximadamente del año 1200. Se conservan la torre, columnas del coro, cripta y arco triunfal de la cabecera, así como fragmentos de muros visibles en el lado del Evangelio. En el siglo XVI se añadieron cubiertas nervadas, se construyó la cabecera y se remodeló el coro. En el siglo XVII se agregaron las capillas, el edículo de la pila bautismal y se renovó el alero. La iglesia presenta una planta de una sola nave con tres tramos y una cabecera plana.
Otro monumento que merece la pena visitar es la ermita de Santa Bárbara, ubicada en la parte alta del pueblo y sometida a reformas. Este pequeño templo tiene una planta rectangular con tres naves separadas por pilares de hormigón y un techo plano de vigas. En el interior, destaca una escultura del siglo XVI de Cristo Crucificado, con una anatomía expresionista, y una representación moderna de Santa Bárbara. La pila bautismal, decorada con gallones, también data del siglo XVI.
Por último, al salir de Eslava en dirección a Lerga, se encuentra un crucero del siglo XVI construido sobre tres escalones cuadrangulares, con un pedestal prismático y un fuste acanalado. En su parte superior presenta una cruz con una imagen de Cristo Crucificado entre María y San Juan (anverso), y una representación de la Inmaculada Concepción (reverso).