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El pie, como todo objeto, tiene tres dimensiones. Parece increíble, pero tiene longitud, anchura y altura. Cuando un zapato del nº 38 aprieta, se cambia por otro del nº 39. Qué más da que apriete por los costados o en los nudillos, con que sea un poco más largo ya está solucionado y pensamos: “El dolor no puede ser por los zapatos porque los compro un número más grande”. Y nos quedamos tan anchos. No hay nada más absurdo que hacer, con papel y lápiz, la silueta del pie y luego la del zapato y compararlas.
La planta del pie tiene tres puntos de apoyo básicos que forman un plano horizontal en forma de triángulo. Si modificamos cualquiera de los tres se produce un desplazamiento de la carga sobre los otros dos. Estos puntos, aunque anatómicamente son fijos, se mueven cuando caminamos, ya que el pie se flexiona y extiende. No estamos hechos para andar sobre superficie llana y dura como lo es el asfalto. Así que compensamos el movimiento plantar que se produce al caminar sobre terreno natural con un tacón. Este, si es alto, eleva las nalgas y obliga a estirar el cuerpo, lo que debe favorecer mucho el tipo. Pero si el tacón es muy alto, disminuye el apoyo sobre el talón, descarga que es carga para los otros dos, cabeza del primer metatarsiano (principal) y cabeza del quinto metatarsiano (secundario). El pie se desliza hacia adelante y se aplasta contra el interior de la puntera. ¡Todo muy natural!
El zapato es una prótesis, por tanto, tiene que adaptarse al pie y no el pie al zapato. Debemos de tener en cuenta estos detalles al hacernos con el par:
Longitud: debe ser la misma que la del pie, cuando la persona está de pie. La anchura se mide de la misma manera.
Los zapatos se deben comprar siempre por la tarde. Si los consumidores fuéramos sensatos, las zapaterías estarían desiertas por la mañana. El pie no es el mismo cuando se ha andado unas horas durante el día que al empezar la jornada.
Se debe probar primero en el pie dominante, o en aquel que se tenga más deteriorado. Luego se probarán los dos a la vez. El dependiente de la zapatería no debe poner el zapato al comprador. Tiene que ponérselo el interesado personalmente, salvo impedimento físico para agacharse.
Hay que comprobar que todos los dedos se mueven libremente dentro de los zapatos. Las sandalias son un buen recurso para el verano. Si hay problemas de uña encarnada o de hongos en las uñas lo adecuado es llevar los dedos al aire. Lo mismo vale para la psoriasis de los pies y para la curación de las durezas en los nudillos de los dedos. Y ¡ojo! los zapatos no son eternos. Cuando metiendo la mano dentro del zapato, notamos que la suela está combada, fija, hacia abajo, es señal de que están deformados y son dañinos para los pies. Aunque el cuero del zapato esté impecable.
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