Con solo siete años ya realizó su primer libro ilustrado, que todavía guarda entre sus recuerdos. Para Javier de Isusi y sus hermanos, hacer libros y cómics era un divertimento más, y aunque esa pasión por dibujar y contar historias siempre le ha acompañado, nunca se le pasó por la cabeza que podría convertirse en su profesión. Sin embargo, la vocación estaba ahí, y aunque estudió Arquitectura, finalmente decidió arriesgar, hacer caso a sus sentimientos y centrar sus esfuerzos en el cómic. Hoy en día es un autor más que reconocido, que ha logrado importantes galardones como el Premio Nacional de Cómic y el Premio Euskadi de Literatura, y su presencia es habitual en Salones de Cómic como el que se celebró hace unos días en Navarra. 

PERSONAL

Fecha de nacimiento: Bilbao, 1972.

Familia: Vive en la localidad cacereña de Garganta la Olla, donde reside junto a su pareja, la ilustradora Leticia Ruifernández, y sus tres hijos.

Formación: Es arquitecto de formación y autor de cómics de profesión. 

Trayectoria: Su primer trabajo publicado (en 2004) fue La Pipa de Marcos, el primer tomo de la obra Los viajes de Juan Sin Tierra, que finalizó en 2010 con cuatro tomos. A esa serie le siguieron otras obras como Ometepe, He visto ballenas, Asylum y La divina comedia de Oscar Wilde (Premio Nacional de Cómic 2020). Un año después, su libro Transparentes, encargado por la Comisión de la Verdad de Colombia, fue merecedor del Premio Euskadi de Literatura 2021 en la modalidad de Ilustración. 

Viendo su trayectoria seguro que mucha gente se pregunta cómo llega un arquitecto al mundo de la historieta. 

Estudié Arquitectura porque entonces no se me pasaba por la cabeza que me pudiese dedicar a los cómics. Claro que había autores que se dedicaban a ello, por eso teníamos tantos cómics en casa, pero en mi entorno, en Bilbao, como que no existía esa posibilidad. Con el paso de los años me di cuenta de que tenía esa espina clavada, porque en cuanto tenía un rato libre me ponía a hacer mis propios cómics, guiones, dibujos... Fue un proceso algo desesperante, hasta que ya no pude aguantar más y me dije: Voy a intentarlo.

Al terminar la carrera emprendió un viaje de casi un año que parece que fue decisivo para que el cómic pasara de ser un hobby a algo más.

Necesité hacer un viaje de once meses por Sudamérica para decidirme y atreverme a dedicarme a esto. Conforme iba viajando se me iba ocurriendo una historia de alguien que pasaba por los mismos sitios que pasaba yo, que conocía a personas que estaban inspiradas en las que yo conocí... Así, durante el propio viaje se me fue ocurriendo la idea de un guion, que luego se convirtió en la obra Los viajes de Juan Sin Tierra. 

¿Una mezcla de experiencias vividas y ficción?

Sí, mezclaba un poco todo. Es como esa idea de ponerte unas gafas de realidad aumentada para ver una historia que no tiene nada que ver con lo que se ve en la realidad. Pues un poco lo mismo: puse unos escenarios reales, unos personajes reales y unas conversaciones reales, pero la historia que ocurría era ficción.

"Si tuviera que dibujar cosas que no me importasen, igual mejor hacer otra cosa”

¿Fue de gran ayuda llevar un cuaderno de viaje y dejar todo escrito para después recordar cada detalle?

Llevaba un cuaderno de viaje, pero al final necesité cuatro. Para mí es muy importante la documentación previa, pero así como en el resto de obras este proceso se ha basado en leer documentos, libros... en este, Los viajes de Juan Sin Tierra, la documentación fue el propio viaje y todo lo escrito y dibujado en mis cuadernos.

Hasta entonces todo lo hacía para usted mismo. ¿Cómo descubrió que podía ser una obra interesante para publicar?

En ese momento solo estaba haciendo un guion, y fue a la vuelta del viaje cuando decidí que iba a intentar hacer cómics, pero aquel guion que comencé en el viaje no era uno de ellos, porque tenía una envergadura que no podía abordar entonces. Empecé con proyectos más pequeños que me parecía que eran vendibles a editoriales, pero durante los dos primeros años me los rechazaron. Ese tiempo me sirvió para aprender, siempre de forma autodidacta, y para desarrollar el proyecto de Juan Sin Tierra, que finalmente lo presenté a una editorial que estaba empezando en Bilbao, Astiberri, y me dijeron que sí.

¿Precisamente la obra que no pensaba abordar en un principio?

Es que necesitaba su tiempo para plantearla y ver qué quería contar con la historia entera, porque se compone de cuatro tomos. En el viaje había empezado con los dos primeros, por eso necesitaba más tiempo. Durante esos dos primeros años iba trabajando a la vez en esta obra, reescribí el guion definitivo y me puse a dibujarlo. Durante todo ese proceso yo ya había aprendido un poco a hacer cómics, y cuando lo presenté a Astiberri ya tenía cierta consistencia. Así se convirtió en mi primera obra publicada. 

¿En su entorno no le miraron como un loco por dejar la arquitectura y convertirse en autor de tebeos?

Imagínate... Siempre pienso que para mis padres no fue fácil; me habían estado apoyando y pagando la carrera, y cuando la acabé y ya tenía el título en la mano, les dije que iba a intentar dedicarme al cómic. La de arquitecto es una profesión seria, respetable, con cierto estatus, y si la comparamos con la de dibujante, que casi ni existe y por supuesto no tiene ningún tipo de estatus... Quizá ahora tiene un poco más de reconocimiento, pero en aquel momento, cuando además el cómic pasaba por una crisis absoluta, parecía una locura.

De Isusi vive en un pequeño pueblo extremeño, alejado del ruido de la gran ciudad.

De Isusi vive en un pequeño pueblo extremeño, alejado del ruido de la gran ciudad. Unai Beroiz

¿Qué supuso esa primera obra publicada, el primer tomo de Los viajes de Juan Sin Tierra, titulado La pipa de Marcos?

Uff... Cuando me llegó el libro publicado en papel la emoción que sentí es difícilmente comparable a ninguna otra. De hecho, en ese momento creí que nunca volvería a tener esa sensación, y sin embargo se repitió cuando me llegó La divina comedia de Oscar Wilde. Recuerdo que cuando la recibí se me volvió a acelerar el corazón. Era una propuesta editorial arriesgada, un poco rara porque el formato del libro era un poco más pequeño de lo que suele ser, es como un ladrillito, y no sabía cómo iba a funcionar una vez editado. Yo tenía esa idea de que tuviera aspecto de libro decimonónico, pero no sabía cómo iba a resultar, aunque cuando lo vi me dije: Sí, sí, funciona como yo quería. Recuerdo que tenía que salir a la calle a recoger a mis hijos del colegio y me fui con el libro. Tenía la sensación de que no me podía separar de él. 

¿Son algo más que señales de que va por el buen camino?

Sí, son momentos especiales. Siempre hablamos entre los autores como del momento del parto. 

¿El cómic es un medio ideal para contar historias que hablen de la Historia?

A mí sí me lo parece. Cada medio de comunicación tiene sus ventajas y limitaciones, pero en mi caso, en el cómic me siento muy a gusto y hay una cosa que tiene muy específica: que aúna imagen y texto. Es como que te ataca por dos frentes a la vez, llega al lector de dos maneras distintas, la sensorial a través del dibujo, y la intelectual, a través del texto. Además, tiene la capacidad evocadora de la literatura en cuanto a que el tiempo que dedica el lector lo marca él mismo. Evidentemente guiado por el ritmo que le quiere dar el autor, pero el lector es quien decide. Esa capacidad de atacar por dos frentes al lector, a la vez permitiéndole un margen más o menos amplio de interacción, me parece que es muy específico del cómic. Y eso me parece que es especialmente adecuado para transmitir emociones, porque el dibujo tiene la capacidad de transmitir cosas emotivas de una manera sencilla. La literatura y el cine también la tienen, pero el dibujo es más sensorial. Con muy poquita cosa se consigue llegar a la emoción y es lo que yo pretendo con mis historias, dar datos y transmitir emociones. 

En su caso parece que tiene inquietudes narrativas por hechos históricos, por el retrato social, por las historias humanas... ¿Cómo elige los temas?

Me ocurre una cosa bastante curiosa y que no esperaba cuando empecé con los cómics: me han caído encargos, y curiosamente todos encajan perfectamente en mi forma de trabajar, tienen una lógica, una coherencia. Juan Sin Tierra es un viaje por Latinoamérica en el que se va reflejando las realidades sociopolíticas y geográficas de cada país. En He visto ballenas detrás está el trasfondo del conflicto vasco, en La divina comedia de Oscar Wilde hablo del final de su vida. Esas son mis obras más personales. Y en cuanto a los encargos, en Asylum hablo de una historia de refugiados, y en Transparentes del exilio colombiano. 

¿Y cómo elige los temas?

Las que son encargos llegan solos, y con las otras obras ocurre una cosa que es medio mágica. ¿Yo, por qué hago cómics? Porque necesito contar historias. ¿Cualquiera? No, la que en ese momento siento que tengo que contar. A veces, cuando estoy con otros autores de cómics, me doy cuenta de que aunque usamos el mismo medio lo abordamos de maneras muy diferentes, porque hay quien lo hace desde un punto de vista profesional, en el que te da igual por decirlo así, qué historia dibujar, lo que quieres es que te paguen por ese trabajo, y yo lo hago por necesidad de contar. Claro que también necesito vivir y que me paguen por ello, pero a veces he pensado que si tuviera que vivir de dibujar cosas que no me importasen igual preferiría hacer otra cosa. 

He visto ballenas aborda el conflicto vasco, un tema muy recurrente en estos últimos años en cine, literatura y televisión. ¿Era el momento de reflexionar?

Era el momento, claro. Una vez que ya se ha acabado el ruido de las pistolas y hay silencio, ya podemos escuchar. Es que antes era muy difícil, antes cualquier cosa que dijeras era como añadir más ruido. Para mí, un ejemplo paradigmático es lo que le pasó a Julio Medem con La pelota vasca. Su intención era de lo más altruista, quería contar de una manera lo más amplia posible lo que ocurría, pero en muchos medios lo crucificaron. Ahora quizá es el momento de contar. Cuando hice He visto ballenas hacía un año que ETA había parado la actividad armada. 

"Soñaba con los premios Nacional y Euskadi y los gané en dos años”

¿Qué supuso para usted recibir el Premio Nacional de Cómic?

No me llegó de repente, anteriormente ya había recibido algunos premios más pequeños, y todos son importantes porque son como señales que recibes y que te indican que lo estás haciendo bien. Muchas veces, cuando son premios pequeños, no tienen remuneración, ni trascendencia ni repercusión mediática, pero a nivel personal, sobre todo en una profesión tan precaria como es la del autor de cómic, suponen una palmadita en la espalda. Pero el Premio Nacional supuso mucho más que una palmadita en la espalda, porque viene con dinero, reconocimiento y proyección en medios, y eso se traduce en ventas.

¿Fue un antes y un después?

Todavía no lo sé, eso habrá que verlo en el futuro. Sí que noto un antes y un después en cuanto a la atención que he recibido en medios, desde institutos que me llaman para dar charlas, Salones de Cómic a los que me invitan... pero en cuanto a mi obra todavía no sé cómo le afectará. 

Y un año después le dieron el Premio Euskadi, ¿también supuso un momento emotivo?

Fue otro premio superimportante para mí, de proyección más local, pero es un premio que, aparte de la dotación económica, supone el reconocimiento en tu casa. Yo tenía dos premios con los que siempre soñaba, eran estos dos, y los gané en menos dos años. Casi fue un atracón.

¿Se puede vivir del cómic hoy en día?

Los cómics requieren mucho esfuerzo, mucho trabajo, son muy demandantes, y de una manera bastante milagrosa me puedo dedicar al cien por cien a ello. Ahora mi carrera es más estable, pero cuando miro atrás, durante los primeros diez años no sé muy bien cómo nos organizamos mi mujer, que también es ilustradora, y yo. También tengo que decir que vivo en un pueblo en Extremadura, donde la vida es mucho más barata que en la ciudad, y si hubiera vivido en Bilbao o Madrid seguro que no habríamos podido. 

¿Les condiciona el aislamiento que da vivir en un pueblo pequeño al trabajar?

A mí me viene bien estar aislado. Los estímulos en las ciudades, los eventos y los salones, también son necesarios, pero cuando quiero los busco y me acerco yo a ellos. Para la creación necesitas tiempo, soledad y silencio. Si vives en una vorágine no puedes parar. Y hay algo muy importante cuando acabas una obra, que es precisamente saber parar, escuchar...

¿Qué puede adelantar de sus próximos proyectos?

Estoy trabajando en una obra con una envergadura muy grande, mucho más que cualquiera de las que he hecho antes. Ya veremos qué tiempos necesita.

¿Qué situación vive el cómic? Porque parece que ha vuelto a la actualidad, sobre todo entre los jóvenes.

No solo entre los jóvenes. Hay mucha gente más mayor que está recuperando el lenguaje del cómic, porque de pequeños lo disfrutaban, y ahora que se ha abierto el abanico de historias que se cuentan muchos están volviendo a este formato. Creo que el cómic es un medio muy actual por su inmediatez, porque se lee rápido, y eso gusta a los jóvenes, pero también es cierto que se compra mucho manga. No lo digo como algo malo, pero muchos lectores de manga solo son lectores de este tipo de cómics, no siempre hay vasos comunicantes. Veremos qué pasa. Eso sí, dentro de las librerías el sector que más ha crecido en los últimos años es el del cómic.