Tras siglos de descubrimientos e hitos producidos en el ámbito científico, no es de extrañar que en todo este tiempo se hayan ido quedando grabados nombres que han saltado a la historia por sus aportaciones en un mundo en constante desarrollo y avance. Tal es el caso de Isaac Newton y su ley de la gravedad, o el de Albert Einstein y su teoría de la relatividad, así como el de Stephen Hawking, que cambió la forma de ver el universo. En definitiva, son numerosos los nombres propios que acompañan a la ciencia en su conjunto. Pero, ¿cuántos de todos ellos hacen referencia a mujeres?
Las investigaciones a lo largo de los años de químicas, biólogas, físicas, matemáticas y un largo etcétera de especialistas (en algunos casos en la sombra) han sentado las bases de los fundamentos científicos tal y como los conocemos hoy en día, y claro ejemplo de ello es Rosalind Franklin, química y cristalógrafa británica cuyo trabajo a mediados del siglo XX resultó ser fundamental para poder comprender las estructuras moleculares del ADN.
El fruto de su trabajo puede verse en la actualidad en el King’s College de Londres, donde se guarda el original de una de las fotografías más conocidas de la ciencia: la denominada Fotografía 51, que fue esencial para descubrir la estructura del ADN (ácido desoxirribonucleico), la “molécula de la vida”.
El CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) cuenta en la web de divulgación kids.csic.es la historia de diferentes científicos, entre ellos la de la propia Rosalind Franklin, porque dedicó gran parte de su vida a esta empresa y su trabajo no fue realmente reconocido hasta tiempo después. Ellos mismos relatan cómo en plena Segunda Guerra Mundial, en el año 1942 para ser exactos, esta joven nacida en 1920 en Londres obtuvo un puesto de ayudante en un organismo británico dedicado a la investigación sobre el carbón y sus derivados, unos estudios que por cierto “sirvieron para la fabricación de máscaras antigás”.
Unos años después, cuando la Segunda Guerra Mundial ya había tocado a su fin, obtuvo el Doctorado en Química-Física y en el 51 volvió a Londres para trabajar en el King’s College. Precisamente, ahí fue donde empezó todo.
Aprovechando sus conocimientos de la técnica de difracción de rayos X, esta joven científica dedicó largo tiempo (cada imagen tardaba cerca de 100 horas en tomarse) a esta labor, cambió el método y obtuvo fotografías, junto a su estudiante de doctorado Raymond Gosling, “con una nitidez que nadie había conseguido antes”.
Así lo describe el doctor en Biología y profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado Eduardo Angulo en el blog Mujeres con ciencia, una página que alberga en su interior efemérides, entrevistas y biografías de científicas de ayer y de hoy sin cuyas aportaciones el mundo habría sido muy diferente. En su relato sobre Franklin, cuenta cómo Maurice Wilkins, compañero en el King’s College de esta científica aunque al parecer no muy amigo suyo, en los meses siguientes fue enseñando a los también investigadores James Watson y Francis Crick (también interesados por la estructura del ADN y que trabajaban en el Laboratorio Cavendish, en Cambridge) imágenes de ADN tomadas por Franklin y Gosling, “rara vez con su permiso y la mayor parte de las veces sin que ella lo supiera”.
Premio nobel
En el año 1953 fue cuando estos investigadores fueron testigo de la famosa Fotografía 51 que lo cambiaría todo, y ese mismo año publicaron un estudio en la revista Nature que nueve años después les valdría el Nobel de Fisiología o Medicina junto a Maurice Wilkins “por sus descubrimientos sobre la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su importancia para la transferencia de información en la materia viva”.
Pero, ¿qué fue de Franklin? Ella había fallecido en abril de 1958, y como los galardones del premio Nobel no se conceden a título póstumo y solo se puede otorgar un máximo de tres en la misma categoría y año, no recibió tal reconocimiento. Antes de eso, ya hacía varios años que había abandonado el King’s College para trasladarse al también londinense Birbeck College, donde trabajó e hizo grandes descubrimientos hasta su fallecimiento por un cáncer de ovarios.
Sin embargo, su recuerdo perdura e incluso Nicole Kidman dio vida a su legado en la representación teatral de Photograph 51, donde encarnó a la científica. También en el Estado se mantiene vivo su recuerdo con varias ciudades que cuentan en su haber con calles con su nombre, como Getafe, Málaga o Terrassa, así como una avenida en Albacete.
Porque aunque en aquel momento sus colegas no pusieran en valor su aportación, la sociedad ha mantenido viva la esencia de esta joven científica que realizó un aporte esencial al mundo tal y como lo conocemos en la actualidad.
¿Sabías qué?
Existe un rover con el nombre de Rosalind Franklin. Se trata del ExoMars Rosalind Franklin, un rover de 310 kg que va a atravesar el paisaje de Marte sobre seis ruedas. Según explican desde la ESA, será el primer todoterreno capaz de perforar 2 metros, donde los biomarcadores antiguos aún pueden preservarse del duro entorno de radiación en la superficie. El lanzamiento de esta misión de la Agencia Espacial Europea se iba a producir junto a Roscosmos (la agencia rusa), pero la guerra de Ucrania ha roto estas relaciones y este hecho ha obligado a paralizar el lanzamiento de la misión.
Además de este rover y de las calles a nivel estatal y mundial que llevan su nombre, también en el campus de Leioa de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU) existe un edificio con su nombre. Asimismo, en el año 2003 la Royal Society de Reino Unido tomó la decisión de establecer los premios Rosalind Franklin con el objetivo de ayudar a las mujeres en el campo de la ciencia.