inco días después de las elecciones primarias, todavía no había resultados este fin de semana en el estado de Pennsylvania, donde el candidato favorito del expresidente Trump y uno de sus rivales estaban tan igualados que era imposible predecir al ganador sin contar la totalidad de los votos. En las primarias norteamericanas de esta semana participaron tan solo algunos estados y el proceso seguirá durante meses. Pero lo ocurrido hasta ahora indica que en las filas republicanas hay más apoyo por las políticas de Trump que por su persona.
Este apoyo se debe a la inquietud por la situación económica: los desastres en las bolsas norteamericanas, en que no participan solamente los ricos y que en las últimas semanas han perdido billones de dólares, que repercuten en los ahorros y los fondos de pensiones. Además, hay una inflación duradera y las expectativas de medidas restrictivas para controlarla afectarán más aún el bolsillo de casi todos. Artículos de consumo tan necesario como la gasolina casi han doblado el precio y la escasez sigue afectando a diversos sectores: Si hace dos años no había papel higiénico, ahora faltan alimentos infantiles.
La situación actual contrasta con la bonanza de la era Trump, en que subió el valor de los ahorros, se redujo el desempleo y aumentaron los salarios. Tampoco hay desempleo ahora, pero la subida salarial es menor que la inflación y quienes más sufren por esta situación son las clases menos pudientes, con lo que las diferencias entre ricos y pobres van camino de acentuarse, una paradoja en etapa de gobierno progresista. En algunos lugares, en esta ronda de primarias, el apoyo del expresidente fue decisivo, pero en otros sirvió de poco o simplemente confirmó a candidatos que habrían ganado de todas maneras.
También mostró el peligro que la presencia de Trump representa para el partido republicano: hay más apoyo por sus programas políticos que por su personalidad y esto puede dividir a los republicanos y alejar a los independientes, hasta el punto de echar a perder la casi garantizada victoria republicana en las elecciones parciales de este año.
Es tradicional que el partido del presidente pierda escaños en estas elecciones, llamadas "a medio plazo" porque se celebran a dos años de las presidenciales, que son cada cuatro.
En ellas, el partido que ocupa la Casa Blanca acostumbra a perder por el simple desgaste de poder. En el caso actual, el Partido Demócrata puede ceder muy poco: en el Senado bastaría tan solo un escaño para poner la mayoría en manos republicanas, mientras que en la cámara no hacen falta ni diez para que ocurriera la mismo. Pero Donald Trump ha roto las normas habituales de los expresidentes norteamericanos de mantenerse alejados de la política más visible cuando dejan su cargo y está interviniendo de forma activa. Lo hace porque, también a diferencia de sus predecesores, todavía tiene ambiciones presidenciales y cree que su apoyo llevará a la victoria a los candidatos republicanos. La realidad de las primarias que iniciaron el ciclo electoral esta pasada semana parece indicar otra cosa: las ideas de Trump apelan a la mayoría de los republicanos e incluso a sectores del electorado demócrata y todavía más ahora por la situación económica, pero la personalidad del expresidente resulta cada vez más tóxica.
Y no solo entre los demócratas dispuestos a cambiar de partido e independientes, sino entre los republicanos donde muchos preferirían un candidato menos conflictivo. Pero aproximadamente un tercio del partido es fiel por encima de las consecuencias electorales.
Podría ocurrir que la intervención de Trump en estas primarias sirva de revulsivo a algunos republicanos que no votarán por los candidatos trumpistas, mientras que los más entusiastas seguidores del expresidente votarán por políticos apoyados por Trump pero con escasas posibilidades de atraer votos independientes y moderados, lo que redundaría en beneficio de los candidatos demócratas cuando lleguen las elecciones de noviembre.
Es una situación que actuaría en beneficio del presidente Biden quien podría seguir gobernando con mayorías parlamentarias en los próximos dos años, algo que parecía impensable tan solo unas semanas atrás.
El significado de semejante anomalía es difícil de predecir: ambos partidos, y especialmente el demócrata, tenderían a atrincherarse en sus posiciones. Si los demócratas seguirán probablemente con sus intentos de profundas reformas políticas y económicas, tal vez los republicanos vean en Trump un candidato cada vez más problemático y busquen una figura capaz de unificar al partido. En estos momentos, la estrella con más favoritos parece ser el gobernador de Florida, Ron DeSantis, pero a dos años y medio de las elecciones puede perder brillo ante otras nuevas figuras.
Cualquier candidato presidencial republicano tendrá que enfrentarse a las iras de Trump, quien no parece renunciar a un retorno a Washington. Este es un dilema a seis meses de las elecciones y más de dos años y medio de las presidenciales y la sociedad americana es muy dinámica con una economía cambiante y poderosa: una etapa demasiado larga para hacer previsiones. l