- “No tengáis prisa, porque si tenéis prisa vais a cometer errores. Y si cometéis errores, vais a morir”, dice el instructor a un grupo de cincuenta jóvenes que antes de la guerra tenían una vida completamente normal. Ahora, portan uniforme militar, van armados y están aprendiendo a cómo combatir porque, en pocos días, se irán a reforzar uno de los frentes de Ucrania.
Tienen edades de entre 18 y 29 años, algunos entraron recientemente a la universidad y otros la terminaron hace años, pero ahora se suben a un autobús al grito de “¡Gloria para Ucrania!”, “¡Gloria para los héroes!” y “¡Putin es un desgraciado!”, para asistir a clase, a pesar de que todos los colegios en el país cerraron por la guerra.
En uno de los miles de colegios de la región de Kiev que permanecen vacíos, esta cincuentena de jóvenes toman asiento en el auditorio y, como si fuera una obra de teatro, observan con atención a su instructor: un veterano de guerra que les enseña a manejar una AK-47, a cómo tomar aire antes de disparar o a qué hacer al entrar en combate dentro de un edificio.
Cuando empezó la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero, Bohdan dejó de disparar con su cámara y aprendió a hacerlo con su kaláshnikov. Este fotógrafo de 23 años fue uno de los primeros en unirse al batallón “Revancha”, una unidad de cientos de jóvenes que se alistaron voluntariamente para luchar y defender Ucrania. A pesar de no tener formación militar previa, Bohdan estuvo atrincherado en el frente de Kiev para evitar el avance de las tropas rusas hacia la capital, relata.
Como Bohdan, centenares de jóvenes tuvieron apenas tiempo de prepararse -unas tres semanas de entrenamiento desde cero- para agarrar el rifle y descender a los infiernos de una guerra que ha segado ya miles de vidas.
Entre los asistentes a la clase magistral militar destaca el padre Yaroslav, un cura ortodoxo de 29 años que se dedica a oficiar misas militares. De su cuello cuelga un crucifijo y una AK-47 “por si es necesario”
“Creo que es una guerra espiritual, es más que algo político con Rusia... es una guerra contra las fuerzas del mal”, dice este cura, que asegura que “el rezo es tan importante como el combate”.
Félix es el nombre en clave de un veterano de la guerra del Donbás que resultó herido en 2016 y tuvo que abandonar el frente. Ahora es el instructor de “miles de muchachos” que se han alistado voluntariamente para frenar el avance ruso.
“No creo que exista nada igual en el mundo”, afirma al hacer recuento de las decenas de nuevos jóvenes que se han unido al batallón Revancha y a tantos otros en las últimas semanas. Desde que empezó la guerra, adiestra a estos chicos que jamás habían agarrado un arma para enviarlos al frente en cuestión de semanas, algo que puede resultar “aterrador” para algunos, asegura.
El instructor es muy consciente de que muchos de sus discípulos pueden perder la vida en esta cruenta guerra a causa de la poca formación que reciben, pero asegura que “esta gente está comprometida y tiene pasión”.
Polacos. El batallón no solo está integrado por ucranianos: también participan muchachos de otros países vecinos, como Marta y Michael, dos polacos de 23 y 20 años que hace un mes dijeron a sus padres que les habían dado una beca para ir a trabajar en el extranjero. Jamás les contaron la verdad. Quiero ir al frente. Para eso estoy aquí”, asevera Marta, que afirma que cuando empezó la invasión rusa lo primero que pensó fue en unirse “a los ucranianos en su lucha por la libertad”.