- Transcurrido un mes desde que ordenó el inicio de la “operación militar”, el presidente ruso, Vladímir Putin, no han conseguido ni doblegar la resistencia ucraniana, ni debilitar a la OTAN, bien por error de cálculo o por exceso de confianza. Sin embargo, el general Ígor Konashenkov, portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, aseguró ayer que “la operación militar especial transcurre justo según lo planeado”. De hecho, el alto mando del Ejército de Rusia dio ayer prácticamente por terminada la primera etapa de la denominada “operación militar”.
“No tenemos ninguna prisa”, aseguró ayer Vladislav Shuriguin, analista de la revista Zavtra y antiguo combatiente, sobre la presunta ralentización del avance ruso.
En su opinión, la campaña ha sido un éxito hasta ahora, ya que Moscú no sólo ha inutilizado el grueso de la infraestructura militar ucraniana, sino que ha inmovilizado al Ejército enemigo, que está incapacitado para lanzar una “contraofensiva”.
La decisión de enviar sólo 150.000 hombres, eludir ataques frontales y “evitar bombardeos contra objetivos civiles” es lo que explicaría la situación sobre el terreno a día de hoy, considera. Shuriguin considera que el objetivo prioritario de Moscú a corto plazo es tomar Mariúpol y después expulsar del Donbás a las tropas ucranianas desplegadas entre la ciudad de Kramatorsk y las afueras de Donetsk, que estima en unos 75.000 hombres.
Aunque reconoce que el Ejército ucraniano está bien entrenado y equipado por instructores occidentales, “a juzgar por la dinámica que estamos viendo, la operación militar especial no se prolongará durante mucho tiempo”.
Afirma que, una vez tomado el Donbás, la defensa de Kiev carece de sentido, ya que cree que las tropas ucranianas se retirarán en dirección a Odesa para no perder la única salida al mar Negro.
Recuerda la experiencia de la OTAN en Irak, donde triplicaba al Ejército de Sadam Husein, o la más reciente de Azerbaiyán en Nagorno Karabaj, donde la Alianza y Bakú, respectivamente, necesitaron mes y medio para derrotar al enemigo.
“Imaginar que Rusia desmilitarizará Ucrania en cinco días o en una semana sólo cabe en la cabeza de gente muy enferma”, subrayó.
El experto considera que las negociaciones con Ucrania son un paripé de cara a la comunidad internacional y dictamina que Kiev tendrá “tarde o temprano” que capitular o aceptar las condiciones impuestas por el Kremlin.
Sin embargo, a la memoria de los rusos les viene la fallida invasión de Afganistán (1979-89), que desembocó en la desintegración de la Unión Soviética, y la primera Guerra de Chechenia (1994-96), un fracaso en toda regla del Ejército ruso.
El principal objetivo de la intervención militar rusa era “desmilitarizar” Ucrania. Según informó ayer el Estado Mayor ruso, los bombardeos rusos han destruido totalmente la Armada ucraniana, y “casi completamente” la Aviación y la Defensa Antiaérea.
Cuando ha transcurrido más de un mes de hostilidades, el Ejército ruso sólo controla el 54% de Donetsk, donde está desplegado el grueso de las fuerzas ucranianas, y el 93% de Lugansk.
El principal bastión ucraniano en el mar de Azov, el puerto de Mariúpol, sigue resistiendo pese a los bombardeos indiscriminados rusos de las últimas semanas. Como ocurriera en 2014, los miles de efectivos del batallón nacionalista Azov ha demostrado una pericia en combate mayor de la que esperaban los generales rusos.
Lo mismo ocurre en torno a Kiev, donde el anunciado asedio por parte de las tropas rusas no ha llegado a producirse, aunque un general ruso inspeccionó esta semana la línea del frente situada a sólo 30 kilómetros de la capital de Ucrania.