ra una mañana fría pero soleada en Newtown, Connecticut. Una suave brisa del oeste soplaba a 6 grados centígrados y el sol brillaba desde la 7.12 de la mañana del viernes 14 de diciembre de 2012. Adam Lanza, de 20 años, se levantó pronto, se vistió y desayunó. En algún momento antes de las 9.30, tomó el rifle Savage Mark II del calibre 22 y le disparó a su madre Nancy, de 52 años. Murió en el acto. La encontraron varias horas más tarde, postrada en su cama, con cuatro heridas de bala en la cabeza.
Minutos más tarde, Adam tomó el coche de su madre y condujo a la escuela primaria Sandy Hook. Fue un viaje corto. Unos cinco minutos después se hallaba frente a la puerta del colegio con un rifle semiautomático Bushmaster XM15-E2S, de la marca Remington, también de su madre. Se abrió paso a tiros a través de las puertas de cristal de la entrada principal. Una niña escuchó a un niño en una de las clases gritando “¡Ayudadme! ¡No quiero estar aquí!”, a lo que Adam respondió “Bueno, estás aquí”, seguido de varios disparos. Murió en el acto; tenía menos de siete años.
Luego entró en el aula donde Lauren Rousseau, una maestra sustituta que había llevado allí a sus quince alumnos de primer grado tras oír los primeros disparos. Con ellos estaba también Rachel D’Avino, una terapeuta conductual que había trabajado durante una semana en la escuela ayudando a un alumno con necesidades especiales. Todos murieron a tiros. Segundos después, Adam entró en el aula de la maestra Victoria L. Soto, que había escondido a algunos de los menores en un armario y a otros bajo los pupitres. Al verlo entrar, Soto se interpuso entre él y sus alumnos, le disparó y la mató en el acto.
Anne Marie Murphy, que asistía a alumnos con necesidades especiales en el aula de Soto, cubrió con su cuerpo a Dylan Hockley, de seis años. Ambos murieron en el acto. Tres menores más perdieron la vida en aquella aula. Adam disparó y mató a 26 personas en un breve lapso de aquella mañana. Veinte de las víctimas tenían menos de siete años y todos habían recibido entre 3 y 11 balazos. Posteriormente Adam se suicidó, disparándose en la cabeza.
El informe emitido por la Oficina del Defensor del Niño de noviembre de 2014 concluyó que Adam tenía síndrome de Asperger y que siendo adolescente había sufrido depresión, ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo... Pero esto es irrelevante.
La mayoría de las personas que han cometido asesinatos en masa eran personas sin trastornos psíquicos; no todos los homicidas tienen antecedentes, ni demuestran problemas comportamentales, sociales o culturales; pocos de ellos viven en la pobreza y la mayoría tienen un nivel educativo medio. Y, si bien no existe una base de datos central que rastree todos los incidentes de violencia escolar, el único lugar común de todos los casos registrados por la prensa desde 1927 es que el asesino ha contado con un arma capaz de quitar la vida a varias personas. Tal es el caso de Andrew Kehoe, un granjero de Bath, Michigan, que el 18 de mayo de 1927 mató a seis adultos y a 38 menores en la escuela local haciendo detonar dos bombas.
Adam entró en la escuela armado de un rifle semiautomático Bushmaster AR-15 que dispara balas de 5,56x45 mm en cargadores con capacidad para 30 balas. Tenía diez cargadores, lo que le permitió hacer 300 disparos, casi diez balas por segundo a una velocidad de 900 metros por segundo. El alcance efectivo de este rifle es de unos 300 metros, pero Adam se encontraba a menos de cinco de sus víctimas. Su madre había comprado el arma en el supermercado local por unos 700 dólares, sin más requerimiento que el carnet de conducir.
La Prohibición Federal de Armas de Asalto restringió la venta de los modelos AR-15 entre 1994 y 2004 pero a partir de 2009, la Fundación Nacional de Deportes de Tiro otorgó a este tipo de arma la categoría de “rifle deportivo”, lo que multiplicó sus ventas. La Asociación Nacional del Rifle promocionó el AR-15 como el “rifle americano” y en pocos años se convirtió en el “rifle más querido” del país. Su “mayor índice de disparo y excelente reducción de ruido te permite conocer de cerca a tus enemigos”, era su marca publicitaria.
Y no, las propuestas para prohibirlos o restringirlos no tuvieron éxito. ¿El resultado? Si bien la mayoría de los asesinatos en masa relacionados con armas de fuego en los Estados Unidos se comenten con pistolas, un estudio de Pew Research de 2019 mostró que el 4% de las muertes por armas de fuego fueron causadas por rifles semiautomáticos. Según un análisis de 2013 de Mayors Against Illegal Guns, el 15% de los tiroteos masivos han involucrado el uso de armas de asalto. Los rifles AR-15 se caracterizan por ser el arma preferida de los perpetradores de este tipo de crímenes: son el arma utilizada en aproximadamente la mitad de los diez tiroteos más mortíferos en la historia de los Estados Unidos.
Tal como informaron Laura Ly y Amir Vera, los familiares de las víctimas demandaron a Remington en 2014 alegando que era “parcialmente responsable” del tiroteo “debido a su estrategia de marketing”. Una ley federal protege convenientemente desde 2005 a los fabricantes de armas de las demandas por homicidio presentadas por los familiares de víctimas de tiroteos, pero el argumento de la comercialización suponía un nuevo enfoque. Los abogados de los demandantes sostuvieron que la empresa había “exaltando las cualidades militares del rifle y reforzando la imagen de un arma de combate”, en violación de las leyes de Connecticut sobre prácticas comerciales engañosas. En 2019, la Corte Suprema rechazó la apelación de Remington, lo que permitió que la demanda siguiera adelante.
Remington retiró este tipo de rifle del mercado en 2016, y en 2020 solicitó protección arguyendo bancarrota. Esa estrategia tampoco resultó y en el verano de 2021 sus abogados ofrecieron una indemnización de casi 33 millones de dólares. Las familias no aceptaron. Hoy, en febrero de 2022, más de siete años después de los hechos, Remington -oficialmente en bancarrota- y sus cuatro aseguradoras han tenido que desembolsar 73 millones de dólares en concepto de indemnización.
Se trata de una victoria histórica en los tribunales y de un hito en la lucha por el control de armas. “Establecimos lo que era claramente cierto... la inmunidad que protege a la industria de las armas no es a prueba de balas”, ha expresado el abogado Josh Koskoff. Además, los familiares han obtenido del juez el derecho de hacer públicos cientos de documentos de la empresa Remington que demuestran las irregularidades de la firma. Sin duda envía un mensaje contundente a los fabricantes de armas y a las industrias de seguros y bancarias que los respaldan: “Son responsables”.
Si bien es una triunfo histórico y emblemático sobre el lobby de las armas, no es una victoria decisiva. Para Lenny Pozner y Veronique De La Rosa, padres de Noah, la víctima más joven de la masacre, la decisión judicial satisface y desagravia, pero nunca podrá compensar y menos aún reparar el daño causado. “Cuando llegamos a la escuela, Noah saltó del coche, llevaba su mochila en una mano y la chaqueta en la otra. Vestía una camiseta de Batman y zapatillas deportivas de Spider-Man. Le dije: Te quiero hijo, que tengas un buen día...” Ésta es una de las cualidades del uso de las armas de fuego, su acción es irreversible.
El argumento de la comercialización supone un nuevo enfoque en la en la lucha contra los fabricantes de armas en los tribunales